Recientemente, el 10 de
marzo de 2024, publicamos en este blog el seguimiento de la tumba de Diego de
Oyón en el monasterio jerónimo de Buenavista (Sevilla) y las vicisitudes de su
capilla. La reciente aparición del libro de títulos (así se denomina en el
inventario de la exclaustración) que contiene las propiedades y derechos del
monasterio en la segunda mitad del siglo XVIII, nos viene a completar la
información de que carecíamos.
Capilla Mayor de Parchilena |
En el libro de protocolos
se recoge en la página 2, “nota del cuerpo de los fundadores”, una manda
testamentaria de Diego de Oyón para que “se comprase la capilla de Nuestro
Padre San Jerónimo que está en el crucero de la yglesia de dicho monasterio de
san Jerónimo de Sevilla en el lado del Evangelio”, como ya sabíamos. La
capilla se revendió al dicho monasterio el 9 de diciembre de 1608, tres años
después de otorgar el poder al prior ante el escribano público de Lucena, pero
no se hizo por los 50 ducados de su coste y del poder, sino por 190 ducados,
los 50 de coste, 22 ducados de tributo a Buenavista por la reparación que se
hizo a la dicha capilla, y 110 ducados de intereses, “corridos”. Pero
Diego de Oyón ya no se encontraba enterrado allí, según nos aclarara el propio
documento:
“Nota: en el año de 1502
se cumplió la cláusula del testamento de nuestros fundadores y se trajeron los
cuerpos y se pusieron en la yglesia primera que tuvo este monasterio que
oi es la torre del trigo. Y en 30 de septiembre de 1530 se
trasladaron a la yglesia nueva estos cuerpos y yacen a los lados del altar
mayor, como lo ordenaron en dicho testamento”.
La fecha 1530 es
importante porque con mucha probabilidad nos está datando el final de las
obras de la iglesia conventual y las torres, la del trigo y la de cocina,
además de otras que se recogen en documentación expresamente que se iniciaron tras
estas obras. ¿Pero qué pasó con María de Cárdenas? La fundadora, que murió después
de Oyón, fue enterrada por su expreso deseo en el Convento de la Rábida y
puesta, así se manifiesta el documento, en la capilla mayor de Parchilena, de
la que constan igualmente los gastos de traslado. La comunidad erigió,
“… dos bustos de
alabastro de buena hechura, uno con la forma del dicho fundador, y otro de dicha
fundadora, y que en dicha capilla mayor no sea enterrada persona alguna”.
Conocemos la existencia
de otras capillas y capellanías por este y otros documentos, que debieron
desaparecer en la invasión francesa, cuando el edificio fue volado. La
posterior conversión en establo y bodega de la iglesia de tampoco debió contribuir
mucho a su conservación si sobrevivieron a la Francesada.