jueves, 7 de junio de 2018

El proyecto de Ayuntamiento de Trinidad Gallego.


Durante un largo periodo del siglo XIX se estuvo utilizando “la casa” de la calle San Salvador como Ayuntamiento porque así aparece recogido en algunas actas, aunque no podemos concretar la cronología exacta. No existen actas capitulares para este momento, pero en cambio el Archivo Municipal conserva un expediente de obras de 1886, que poco debió dar de sí, y otro de 1892 con el proyecto completo y su correspondiente expediente de contratación, pese al cual, no podemos asegurar que se llevara a cabo en su totalidad por un Consistorio escaso de fondos, moroso con la hacienda estatal y provincial, y siempre muy mal gestionado. No obstante, alguna hipótesis vamos a proponer al respecto.

La memoria de  obras recoge de nuevo expresamente     como punto de partida el estado ruinoso de la casa consistorial, una constante histórica desde el siglo XVI,   y la ocupación de una casa particular provisional, proponiendo la construcción de un edificio     de   “planta     baja  y    principal  en  dos  cuerpos distribuidos   en   Casa-Ayuntamiento,   juzgado   municipal y pósito y  solar de planta  principal   en el  distrito  indicado a depósito municipal” (sic).
La planta baja contiene básicamente dos dependencias separadas, las administrativas, Alcaldía, Secretaría-archivo y Juzgado, y “la prisión preventiva”, denominada así en el proyecto, a la que se accede por el patio, y que consta de una celda de hombres y otra de mujeres, separada por la garita de vigilantes. Una escalera lateral de tres tramos, situada tras la alcaldía, permite el acceso a la segunda planta que ocupa solo el ala administrativa, y consta de salón de Plenos, Pósito y una estancia cuadrada y tabicada, que no recibe nombre, y que tal vez sirviera de alojamiento temporal de algunos de los secretarios municipales, aunque este extremo no consta en la documentación del expediente.  
El proyecto es obra del arquitecto provincial Trinidad Gallego y Díaz (1874-1929), natural de  Sevilla, licenciado por la academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y ocupante de  la plaza provincial tras la renuncia de su hermano José en 1889. Debió ser, pues, uno de sus primeros proyectos en Huelva, o al menos uno de los primeros de envergadura, puesto que aunque participa de la construcción del Ayuntamiento de Nerva, que es anterior, de 1890, solo realiza la dirección de obra sobre planos y mediciones de su hermano José. En esta misma plaza, es autor del Matadero y el Cuartel Viejo de la Palma del Condado, catalogados como edificios neomudéjares, y el proyecto del Hospital Provincial de 1914 para la Diputación de Huelva, del que sólo se construyó el pabellón psiquiátrico. No obstante, sus edificios más conocido en Huelva, en el mismo estilo arquitectónico, son la plaza de toros de la Merced, de 1902, sin lugar a dudas su obra más emblemática y de mayor envergadura  y el teatro Mora, de 1910.
En el caso que nos ocupa, existen dos razones de peso para refrendar la hipótesis de que no se realizó el proyecto en su totalidad. La primera es documental, puesto que un acta de 1911 propone arrendar por cuatro años el edificio de la Plaza de la Libertad “que se encuentra medio edificado” y no sirve para nada, para emplear los fondos en reedificarlo paulatinamente y poner las puertas, de forma que no siga “abandonado en la forma que hace muchos años se halla por la escasez de recurso de este municipio”. La segunda es física o arquitectónica, puestos que el plano se parece en parte al edificio actual, reedificado en 1925, que conservaba una disposición similar del primer cuerpo de la Planta Baja, aunque con la escalera principal ocupando el segundo vestíbulo, lo que obligó a abrir un vano en el despacho de Alcaldía hacia el lugar ocupado antes por esta, y una puerta hacia el patio para dar acceso a la cárcel, que también se remodeló. La disposición de vanos de esta parte, y de la fachada, sugieren que tal vez se edificó la planta baja y  la fachada, que no se concluyeron, y se abandonó el resto, cuyo replanteo no debieron suponer posteriormente graves problemas arquitectónicos.
La posterior obra de 1925, en la Alcaldía de Diego Gómez Cruz, durante la dictadura de Primo de Rivera, de la que aún no poseemos Planos y no sabemos si existen, pudo replantar estas últimas partes inconclusas que se realizaron por administración, dado que ningún constructor quiso hacerse cargo de las obras por el bajo presupuesto tras varias subastas fallidas. De esta manera creemos que pudo aprovecharse el proyecto anterior con las modificaciones que hemos descrito en la planta baja y una disposición similar en la alta, modificada parcialmente por el vano de la escalera que obligó a dejar diáfana la parte posterior y sólo permitió edificar el salón de plenos y el despacho del Alcalde. Posteriormente, el traslado de la escuela de niñas y niños, la construcción de una vivienda para el secretario, y otras modificaciones posteriores enmascararon estas obras, pero no la estructura de muros y vanos que permaneció intacta.
La reedificación del Ayuntamiento en la Alcaldía de Antonio Jiménez durante la década de los ochenta del siglo pasado  de nuevo ha modificado toda la parte posterior, pero ha respetado la fachada y los muros anteriores a la escalera, cuyo primer cuerpo permanece en su sitio y cuyos muros, por consiguiente, pueden datar de esta época, como se pudo comprobar  en la reforma de 2007, Alcaldía de Manuel Mora, que solo saneó algunas partes mal ejecutadas y realizó la adaptación para las personas con discapacidad.





















miércoles, 6 de junio de 2018

Las muñecas del claustro del refectorio de Parchilena.


El claustro del refectorio es obra de fray Fernando Marín de entre 1739 y 1758, constituyendo una de las escasas construcciones del monasterio que sobrevivió al terremoto de Lisboa de 1755, según la documentación que hemos aportado recientemente en este mismo blog. Históricamente se accedía a él desde el compás, el recinto o patio que antecede a las dependencias monásticas y que lo separan del exterior, y que en este caso concreto, alojaban una antigua viga de aceite que hasta hace muy poco se conservaba en su lugar original intacta. La entrada no se hacía directamente, era necesario recorrer un pequeño pasillo que según parece alojó en tiempos alguna dependencia agrícola, bajar unos escalones que salvan un pequeño desnivel entre ambos espacios y es entonces cuando se accede al espacio cuadrangular del claustro que, no obstante, no se encuentra centrado, sino adosado al claustro grande ocupando las tres caras restantes de la planta inferior las celdas en la parte este, el ofertorio en la parte sur y la sala de las muñecas en la parte oeste.


El acceso se realiza, pues, por el pequeño espacio rectangular de esta sala, a través de cuatro arcos soportados por dos pilastras adosadas y tres columnas, probablemente estas últimas reutilizadas de construcciones romanas anteriores, en cuyos vanos se situaban las muñecas, representación de los cuatro continentes (Europa, África, América y Asia) mediante figuras alegóricas de sus grandes ríos, según manifiestan testigos que podía leerse a los pies de alguna de ellas. No lo sabemos, porque como es bien sabido desaparecieron en los años noventa antes de una de las ventas del monasterio (las sustitutas son contemporáneas y nada tienen que ver con las originales) y hoy lucen, a decir de algunos, en patios sevillanos tras ser repartidas entre sus antiguos herederos.
Conservamos, eso sí, la memoria, y la esperanza de que algún día retornen, además de una fotografía publicada en la revista de fiestas patronales de 1977 que sirven a su reconocimiento, y hoy publicamos. La calidad es la propia de la imprenta de la época.