La aparición de un libro de alcabalas
de Bonares en el Archivo Histórico Provincial (Signatura 11448/001) de entre
1742-1752, nos hizo concebir la esperanza de poder acometer un estudio,
siquiera mínimamente serio, del comercio del lugar a mediados del siglo XVIII. La
alcabala gravaba las transacciones comerciales con un 10 por ciento de su valor
de ventas, aunque, como hemos tenido ocasión de comprobar, en numerosas ocasiones
este porcentaje se cumplía puesto que el impuesto era negociado con el
cobrador, normalmente un arrendador del Duque de Medina Sidonia, y este se
concertaba con los vendedores. En el mismo sentido las fuentes aluden a la “media
alcabala” que debían pagar los compradores foráneos, de la mitad, pagando la
otra mitad el vendedor. Sin embargo, analizada la documentación no contiene la
composición de estas, es decir, las ventas detalladas, sino que son repartos por
cabeza de este impuesto y sólo una de las listas cobratorias posee la
estimación de los productos vendidos por calles. Este hecho presupone que todos
los vecinos realizaban ventas, lo que, obviamente, al estar encabezados en una
cuantía anual fija beneficiaba a los comerciantes de las mayores operaciones
como después veremos.
Horno de cal en Bonares (Foto Benjamín Coronel) |
Las listas cobratorias,
repartidas en tres tercios anuales, registran el reparto de 1723 reales (70,41
%) correspondientes a ventas de vecinos, y otros 724 reales correspondientes a
las partes de abastecedores de panillas carnes y espigas (29,59 %) del año 1744,
2447 reales que probablemente, no consta en el documento, se encontrasen
encabezadas y es la parte que tocó a Bonares, unos 7341 reales anuales. La
parte vecinal, que es la que nos interesa, contiene la imposición a 234 unidades
familiares de las cuales 12 son declaradas pobres y exentas (5,12 por ciento),
la mayor parte de ellas de viudas, y otras 127 solo registran las denominadas
ventas de la casa, menudencias que tiene poco que ver con el comercio (54,27
%). Otros 14 vecinos (5,9 %) solo declaran ventas de ganado de labor (vacas,
bueyes, mulos y burros) y escasas ventas agrícolas o de casa, o con valores muy
bajos de las mismas, que, no obstante, en conjunto elevan las ventas de ganado
al 23,13 por ciento del total de las registradas, que no es poco.
El reparto por vecino se recoge en el cuadro 1 y este tiene poco recorrido. El 90 por ciento de los dos niveles inferiores soportan la mitad de la imposición (51,2 5), incluyendo los pobres, mientras el otro 9,9 por ciento restante, que son realmente los que generan ventas significativas, soportan la otra mitad. Lo realmente injusto de este reparto es que estos tramos de mayores ventas no sólo no registran ventas reales, sino que cuando las recogen ni siquiera respetan la imposición de las medias alcabalas, del cinco por ciento de las ventas, sino porcentajes de entre un 3 y un 4 por ciento, que, obviamente, benefician a los que más venden, que son los que más tienen y “defraudan”. Estos porcentajes, donde es deducible, son inferiores al 3 por ciento en cáñamo, del 3 por ciento para la fruta, bueyes, carbón, lana y otros productos, y cercano al 4 por ciento en los caballos. En el caso de ventas al exterior del municipio, la otra media alcabala la debían pagar los compradores, por lo que la parte de los vecinos pobres aunque cuantitativamente sea menor, recae sobre ellos la mayor parte de la imposición. Sobre los nueve vecinos de mayor cuantía nos detendremos más adelante.
Cuadro 1. Reparto de alcabalas por vecino.
Intervalos (en
reales) |
Número
vecinos |
% |
Total
ventas
(r) |
%
|
|
0-5 |
144 |
61,5 |
286,5 |
|
|
6-15 |
67 |
28,6 |
591,5 |
34,5 |
|
16-25 |
14 |
6 |
270,5 |
15,8 |
|
26-100 |
7 |
3 |
279,5 |
16,3 |
|
+
100 |
2 |
0,9 |
286,5 |
16,7 |
|
|
234 |
100 |
1714,4 |
100,0 |
La composición del comercio local, donde ha sido posible determinar lo producido o vendido, resulta muy similar a los municipios más próximos de la comarca, Lucena y Niebla, y se recoge en el cuadro 2. Al tratarse del segundo tercio de ventas, de mayo a agosto, hay productos que están fuera de cosecha, como el aceite (también recogido en las panillas) y algunas semillas, o están subrepresentados, como el vino, al menos el viejo, a la vez que el diferente valor de la producción, por ejemplo, entre ganadería y agricultura, puede producir la impresión de una mayor representación de algunos productos que en realidad no son tales. Nos debemos, pues, ceñir a las certezas, dados que los datos absolutos y los porcentajes son relativos, y muy dependientes de estos factores y otros relacionados con el comercio y la escasez, tales como las prohibiciones de “saca” recogidas en las ordenanzas o las posibilidades de comercialización en fresco de determinadas producciones.
Cuadro 2. Composición de las ventas según declaración.
Producto |
Cuantía (reales) |
Porcentaje |
Número de declarantes |
Trigo |
96,5 |
8,6 |
|
Cebada |
122,5 |
10,9 |
|
Cáñamo |
148 |
13,2 |
38 |
Cañamón |
9,5 |
0,8 |
3 |
Semillas |
16,5 |
1,5 |
|
Garbanzos |
11 |
1,0 |
|
Habas |
13 |
1,2 |
10 |
Hortalizas |
82 |
7,3 |
12 |
Frutas |
33 |
2,9 |
3 |
Vino |
14 |
1,2 |
4 |
Miel |
28,5 |
2,5 |
5 |
Lana |
105 |
9,4 |
2 |
Quesos |
21 |
1,9 |
2 |
Bueyes |
122 |
10,9 |
|
Burros |
97 |
8,6 |
|
Mulos |
33 |
2,9 |
|
Caballos |
7,5 |
0,7 |
|
Borregos |
52 |
4,6 |
1 |
Ladrillos |
45 |
4 |
1 |
Cal |
21 |
1,9 |
5 |
Otros |
43,9 |
3,9 |
|
Total |
1121,5 |
100 |
|
El primer lugar en ventas corresponde
al cereal panificables, cebada y trigo, con casi una quinta parte del registro,
y vecinos que venden ambos tipos productos que son complementarios y compiten
en las mismas tierras. Son 131 fanegas de trigo y 430,5 de cebada registradas
que confirman el tradicional déficit del primero de los productos y la relativa
abundancia del segundo para el que se utilizaban las tierras de peor calidad,
de segunda y tercera categoría, y los turnos de descanso de los barbechos. Algunos
vecinos registran también la venta y el alquiler de los barbechos, pocos
cuantitativamente por las necesidades de los ganados locales. Sorprende, sin embargo, a pesar de las fechas,
el bajo número de declarantes de semillas (yeros, garbanzos, y legumbres en
general), apenas una decena, que utilizaban los mismos turnos de cosecha,
precisamente en el momento en que estos productos incrementan su cultivo con
destino a Cádiz a través del puerto del vado de Marisuárez por su facilidad de
conservación. Por el contrario, tienen una significativa presencia relativa las
frutas y hortalizas, obviamente muy presentes en la alimentación local, pero
también entre los productos de exportación con casi idéntico destino. Curiosamente
no aparecen las brevas e higos, el producto estrella de Bonares, pese a las
fechas y a que conocemos sobradamente su extensión entre las viñas en el siglo
XVIII, probablemente por su bajo volumen. En el mismo sentido, la escasa
presencia del vino no se debe a la ausencia de cultivos, que ocupa ya una
extensión considerable, sino a la estación y a las prohibiciones de saca por su
escasez, dado que también conocemos el elevado volumen de vecinos que lo
encierran para su consumo que, no obstante, no explican suficientemente su
ausencia.
El último de los productos es el
cáñamo, producido fundamentalmente para la marina, con un 14 por ciento de las
ventas y 38 productores, ligado a la exportación y al puerto, en cuyo
hinterland se produce (Niebla, Moguer, Lucena, Rociana….). Como en Lucena las
declaraciones de cultivos se encontraban infravaloradas, el Catastro de
Ensenada declara 30 fanegas de siembra, incompatible con su volumen de ventas y
con el elevado número de productores. Por los protocolos notariales sabemos que
se cultivaba en las tierras bajas próximas a los arroyos cercanos al Tinto,
estercándolas y dándoles varias rejas para aprovechar la humedad natural,
obteniéndose buenos precios de venta. La alcabala pagada por este producto es
de las más bajas, 2,5 por ciento de su valor, por lo que sólo los volúmenes
registrados en la cuenta presuponen ventas por encima de los 6000 reales.
El ganado vendido es el de labor, un
sector muy dinámico, también diferenciado. La venta de bueyes y bacas de arada
está ligada a los labradores, mientras que los borricos representan otra
estrategia, la de pelantrines y pegujaleros que los utilizan para el transporte.
La presencia de mulos y caballos es testimonial, probablemente abastecidos
desde las ferias comarcales o desde la zona sur de Badajoz, como hemos tenido
ocasión de comprobar también en los Protocolos Notariales.
El resto del ganado, el menor, se
muestra escaso con relación a las grandes superficies baldías del sur comarcal
de aprovechamiento comunal. Sólo dos vecinos registran ventas de lana y ovejas,
con elevados volúmenes de ventas, mientras otros dos registran la venta de
leche y quesos, probablemente de cabra, un ganado más bravío y adaptado a las
arenas, ambas producciones escasas para el ganado recogido en el Catastro de Ensenada
que alcanza la cifra de 1735 y 408 cabezas respectivamente. Algo similar ocurre
con el ganado de cerda (435 cabezas en 1752), con escasas ventas, tal vez por
la estación y por el autoconsumo que se practica entre las familias.
Finalmente, la miel y la cera con cinco vendedores alcanzan un volumen del 2,5
por ciento de las ventas a pesar de que muchos vecinos poseen corrales de
colmenas y en 1752 se registran nada más y nada menos que 776 de ellas, más del
triple de las registradas en Lucena.
El resto de las utilidades
declaradas incluyen un carbonero al que se calculan 300 reales de ventas, un
canalero, el fabricante de ladrillos, Juan Velo, que no poseen otras
dedicaciones y registra ventas importantes, y cinco caleros entre las que se
encuentran Rosa de Cabrera con ventas escasas, eso sí. Estas dedicaciones
artesanas, únicas de esta consideración, ladrillos, canales y cal, aún estando
entre las tradicionales, alcanzaron grandes volúmenes de ventas en la segunda
mitad de siglo según el cuestionario de Tomás López y parece que suponen una
especialización local de larga tradición como demuestra el yacimiento de la
Barrera, que, no obstante, se muestran, pero no alcanzan tal consideración en
la primera mitad del siglo.
Finalmente, es interesante el
análisis sociológico de los mayores capitales registrados. La calle Larga
concentra a seis de los nueve vecinos de mayor cuantía, si bien cierto que allí
radica el mayor número de vecinos inscritos. Tres de ellos son viudas, de las
cuales dos viven en la calle de Niebla. El vecino que falta, el que más ventas
registra, Manuel de Rojas, vive en la plaza, probablemente sea el padre del
escribano público Sebastián de Rojas que en 1731 funda una capellanía a la que
dota con 95 fanegas de tierra calma en Niebla y Bonares, y 1 de cañamal, de
la que nombra por patronos a su padre y a Francisca de los Reyes su madre.
Los capitales de este grupo según sus
ventas registran una estructura similar,
excepto el de Juan Velo que como hemos adelantado se dedica a la venta de
ladrillos. Los otros ocho vecinos poseen ganado de labor y excedentes de trigo
y cebada, siembran cáñamo y semillas, ambos productos muy comercializables, y
son los dos propietarios de los rebaños de ovejas. Son los que constituyen la
élite local, labradores y arrendadores de fincas, y probablemente oficiales y
regidores del consejo de Bonares.
El grupo intermedio, compuesto por
catorce vecinos, muestra una estructura de ventas similar, pero es más modesto
y variado. Desconocemos la adscripción del capital de alguno de ellos (Francisco
Pulido), pero ocho vecinos registran modestas ventas de cereal, otras cinco
ventas de cáñamo y cañamón, y aparecen dos vecinos con frutas y hortalizas,
mientras que sólo cinco vecinos registran ventas de ganado, lo que sitúa a la
mayor parte del grupo entre los pegujaleros. En su seno resultan interesantes dos
vecinos con ventas de fruta, Tomé de Reina y Diego Santiago, y se cuela la
presencia de un calero, José Barrera, por la venta de un mulo, que obviamente
no debía estar aquí.
En los grupos inferiores, muy
heterogéneo, debemos destacar la presencia de numerosos vecinos que solo
declaran ventas de cáñamo, o cáñamo y frutas y hortalizas, nada menos que 23, la
estrategia de los rozadores de montes y de aquellos que al amparo del
Privilegio de Alfonso XI ocuparon pequeñas parcelas de huerta en las laderas
del alcor del Condado y las inmediaciones de arroyos.