martes, 26 de noviembre de 2024

El comercio en Bonares a Mediados del siglo XVIII.

 

La aparición de un libro de alcabalas de Bonares en el Archivo Histórico Provincial (Signatura 11448/001) de entre 1742-1752, nos hizo concebir la esperanza de poder acometer un estudio, siquiera mínimamente serio, del comercio del lugar a mediados del siglo XVIII. La alcabala gravaba las transacciones comerciales con un 10 por ciento de su valor de ventas, aunque, como hemos tenido ocasión de comprobar, en numerosas ocasiones este porcentaje se cumplía puesto que el impuesto era negociado con el cobrador, normalmente un arrendador del Duque de Medina Sidonia, y este se concertaba con los vendedores. En el mismo sentido las fuentes aluden a la “media alcabala” que debían pagar los compradores foráneos, de la mitad, pagando la otra mitad el vendedor. Sin embargo, analizada la documentación no contiene la composición de estas, es decir, las ventas detalladas, sino que son repartos por cabeza de este impuesto y sólo una de las listas cobratorias posee la estimación de los productos vendidos por calles. Este hecho presupone que todos los vecinos realizaban ventas, lo que, obviamente, al estar encabezados en una cuantía anual fija beneficiaba a los comerciantes de las mayores operaciones como después veremos.

Horno de cal en Bonares (Foto Benjamín Coronel)

Las listas cobratorias, repartidas en tres tercios anuales, registran el reparto de 1723 reales (70,41 %) correspondientes a ventas de vecinos, y otros 724 reales correspondientes a las partes de abastecedores de panillas carnes y espigas (29,59 %) del año 1744, 2447 reales que probablemente, no consta en el documento, se encontrasen encabezadas y es la parte que tocó a Bonares, unos 7341 reales anuales. La parte vecinal, que es la que nos interesa, contiene la imposición a 234 unidades familiares de las cuales 12 son declaradas pobres y exentas (5,12 por ciento), la mayor parte de ellas de viudas, y otras 127 solo registran las denominadas ventas de la casa, menudencias que tiene poco que ver con el comercio (54,27 %). Otros 14 vecinos (5,9 %) solo declaran ventas de ganado de labor (vacas, bueyes, mulos y burros) y escasas ventas agrícolas o de casa, o con valores muy bajos de las mismas, que, no obstante, en conjunto elevan las ventas de ganado al 23,13 por ciento del total de las registradas, que no es poco.

El reparto por vecino se recoge en el cuadro 1 y este tiene poco recorrido. El 90 por ciento de los dos niveles inferiores soportan la mitad de la imposición (51,2 5), incluyendo los pobres, mientras el otro 9,9 por ciento restante, que son realmente los que generan ventas significativas, soportan la otra mitad. Lo realmente injusto de este reparto es que estos tramos de mayores ventas no sólo no registran ventas reales, sino que cuando las recogen ni siquiera respetan la imposición de las medias alcabalas, del cinco por ciento de las ventas, sino porcentajes de entre un 3 y un 4 por ciento, que, obviamente, benefician a los que más venden, que son los que más tienen y “defraudan”. Estos porcentajes, donde es deducible, son inferiores al 3 por ciento en cáñamo, del 3 por ciento para la fruta, bueyes, carbón, lana y otros productos, y cercano al 4 por ciento en los caballos. En el caso de ventas al exterior del municipio, la otra media alcabala la debían pagar los compradores, por lo que la parte de los vecinos pobres aunque cuantitativamente sea menor, recae sobre ellos la mayor parte de la imposición. Sobre los nueve vecinos de mayor cuantía nos detendremos más adelante.

Cuadro 1. Reparto de alcabalas por vecino.

Intervalos

(en reales)

Número vecinos

%

Total

ventas (r)

%

 

0-5

144

61,5

286,5

16,7

6-15

67

28,6

591,5

34,5

16-25

14

6

270,5

15,8

26-100

7

3

279,5

16,3

+ 100

2

0,9

286,5

16,7

 

234

100

1714,4

100,0

             La composición del comercio local, donde ha sido posible determinar lo producido o vendido, resulta muy similar a los municipios más próximos de la comarca, Lucena y Niebla, y se recoge en el cuadro 2. Al tratarse del segundo tercio de ventas, de mayo a agosto, hay productos que están fuera de cosecha, como el aceite (también recogido en las panillas) y algunas semillas, o están subrepresentados, como el vino, al menos el viejo, a la vez que el diferente valor de la producción, por ejemplo, entre ganadería y agricultura, puede producir la impresión de una mayor representación de algunos productos que en realidad no son tales. Nos debemos, pues, ceñir a las certezas, dados que los datos absolutos y los porcentajes son relativos, y muy dependientes de estos factores y otros relacionados con el comercio y la escasez, tales como las prohibiciones de “saca” recogidas en las ordenanzas o las posibilidades de comercialización en fresco de determinadas producciones.

Cuadro 2. Composición de las ventas según declaración.

Producto

Cuantía

(reales)

Porcentaje

Número de declarantes

Trigo

96,5

8,6

 

Cebada

122,5

10,9

 

Cáñamo

148

13,2

38

Cañamón

9,5

0,8

3

Semillas

16,5

1,5

 

Garbanzos

11

1,0

 

Habas

13

1,2

10

Hortalizas

82

7,3

12

Frutas

33

2,9

3

Vino

14

1,2

4

Miel

28,5

2,5

5

Lana

105

9,4

2

Quesos

21

1,9

2

Bueyes

122

10,9

 

Burros

97

8,6

 

Mulos

33

2,9

 

Caballos

7,5

0,7

 

Borregos

52

4,6

1

Ladrillos

45

4

1

Cal

21

1,9

5

Otros

43,9

3,9

 

Total

1121,5

100

 

 

            El primer lugar en ventas corresponde al cereal panificables, cebada y trigo, con casi una quinta parte del registro, y vecinos que venden ambos tipos productos que son complementarios y compiten en las mismas tierras. Son 131 fanegas de trigo y 430,5 de cebada registradas que confirman el tradicional déficit del primero de los productos y la relativa abundancia del segundo para el que se utilizaban las tierras de peor calidad, de segunda y tercera categoría, y los turnos de descanso de los barbechos. Algunos vecinos registran también la venta y el alquiler de los barbechos, pocos cuantitativamente por las necesidades de los ganados locales.  Sorprende, sin embargo, a pesar de las fechas, el bajo número de declarantes de semillas (yeros, garbanzos, y legumbres en general), apenas una decena, que utilizaban los mismos turnos de cosecha, precisamente en el momento en que estos productos incrementan su cultivo con destino a Cádiz a través del puerto del vado de Marisuárez por su facilidad de conservación. Por el contrario, tienen una significativa presencia relativa las frutas y hortalizas, obviamente muy presentes en la alimentación local, pero también entre los productos de exportación con casi idéntico destino. Curiosamente no aparecen las brevas e higos, el producto estrella de Bonares, pese a las fechas y a que conocemos sobradamente su extensión entre las viñas en el siglo XVIII, probablemente por su bajo volumen. En el mismo sentido, la escasa presencia del vino no se debe a la ausencia de cultivos, que ocupa ya una extensión considerable, sino a la estación y a las prohibiciones de saca por su escasez, dado que también conocemos el elevado volumen de vecinos que lo encierran para su consumo que, no obstante, no explican suficientemente su ausencia.

           El último de los productos es el cáñamo, producido fundamentalmente para la marina, con un 14 por ciento de las ventas y 38 productores, ligado a la exportación y al puerto, en cuyo hinterland se produce (Niebla, Moguer, Lucena, Rociana….). Como en Lucena las declaraciones de cultivos se encontraban infravaloradas, el Catastro de Ensenada declara 30 fanegas de siembra, incompatible con su volumen de ventas y con el elevado número de productores. Por los protocolos notariales sabemos que se cultivaba en las tierras bajas próximas a los arroyos cercanos al Tinto, estercándolas y dándoles varias rejas para aprovechar la humedad natural, obteniéndose buenos precios de venta. La alcabala pagada por este producto es de las más bajas, 2,5 por ciento de su valor, por lo que sólo los volúmenes registrados en la cuenta presuponen ventas por encima de los 6000 reales.

          El ganado vendido es el de labor, un sector muy dinámico, también diferenciado. La venta de bueyes y bacas de arada está ligada a los labradores, mientras que los borricos representan otra estrategia, la de pelantrines y pegujaleros que los utilizan para el transporte. La presencia de mulos y caballos es testimonial, probablemente abastecidos desde las ferias comarcales o desde la zona sur de Badajoz, como hemos tenido ocasión de comprobar también en los Protocolos Notariales.

           El resto del ganado, el menor, se muestra escaso con relación a las grandes superficies baldías del sur comarcal de aprovechamiento comunal. Sólo dos vecinos registran ventas de lana y ovejas, con elevados volúmenes de ventas, mientras otros dos registran la venta de leche y quesos, probablemente de cabra, un ganado más bravío y adaptado a las arenas, ambas producciones escasas para el ganado recogido en el Catastro de Ensenada que alcanza la cifra de 1735 y 408 cabezas respectivamente. Algo similar ocurre con el ganado de cerda (435 cabezas en 1752), con escasas ventas, tal vez por la estación y por el autoconsumo que se practica entre las familias. Finalmente, la miel y la cera con cinco vendedores alcanzan un volumen del 2,5 por ciento de las ventas a pesar de que muchos vecinos poseen corrales de colmenas y en 1752 se registran nada más y nada menos que 776 de ellas, más del triple de las registradas en Lucena.

          El resto de las utilidades declaradas incluyen un carbonero al que se calculan 300 reales de ventas, un canalero, el fabricante de ladrillos, Juan Velo, que no poseen otras dedicaciones y registra ventas importantes, y cinco caleros entre las que se encuentran Rosa de Cabrera con ventas escasas, eso sí. Estas dedicaciones artesanas, únicas de esta consideración, ladrillos, canales y cal, aún estando entre las tradicionales, alcanzaron grandes volúmenes de ventas en la segunda mitad de siglo según el cuestionario de Tomás López y parece que suponen una especialización local de larga tradición como demuestra el yacimiento de la Barrera, que, no obstante, se muestran, pero no alcanzan tal consideración en la primera mitad del siglo.

             Finalmente, es interesante el análisis sociológico de los mayores capitales registrados. La calle Larga concentra a seis de los nueve vecinos de mayor cuantía, si bien cierto que allí radica el mayor número de vecinos inscritos. Tres de ellos son viudas, de las cuales dos viven en la calle de Niebla. El vecino que falta, el que más ventas registra, Manuel de Rojas, vive en la plaza, probablemente sea el padre del escribano público Sebastián de Rojas que en 1731 funda una capellanía a la que dota con 95 fanegas de tierra calma en Niebla y Bonares, y 1 de cañamal, de la que nombra por patronos a su padre y a Francisca de los Reyes su madre.  

           Los capitales de este grupo según sus ventas  registran una estructura similar, excepto el de Juan Velo que como hemos adelantado se dedica a la venta de ladrillos. Los otros ocho vecinos poseen ganado de labor y excedentes de trigo y cebada, siembran cáñamo y semillas, ambos productos muy comercializables, y son los dos propietarios de los rebaños de ovejas. Son los que constituyen la élite local, labradores y arrendadores de fincas, y probablemente oficiales y regidores del consejo de Bonares.

         El grupo intermedio, compuesto por catorce vecinos, muestra una estructura de ventas similar, pero es más modesto y variado. Desconocemos la adscripción del capital de alguno de ellos (Francisco Pulido), pero ocho vecinos registran modestas ventas de cereal, otras cinco ventas de cáñamo y cañamón, y aparecen dos vecinos con frutas y hortalizas, mientras que sólo cinco vecinos registran ventas de ganado, lo que sitúa a la mayor parte del grupo entre los pegujaleros. En su seno resultan interesantes dos vecinos con ventas de fruta, Tomé de Reina y Diego Santiago, y se cuela la presencia de un calero, José Barrera, por la venta de un mulo, que obviamente no debía estar aquí.  

            En los grupos inferiores, muy heterogéneo, debemos destacar la presencia de numerosos vecinos que solo declaran ventas de cáñamo, o cáñamo y frutas y hortalizas, nada menos que 23, la estrategia de los rozadores de montes y de aquellos que al amparo del Privilegio de Alfonso XI ocuparon pequeñas parcelas de huerta en las laderas del alcor del Condado y las inmediaciones de arroyos.