En
el capítulo X de Cándido o el Optimismo del filósofo Voltaire su protagonista,
Cunegonda y la vieja que les acompañaba después de haber sido robados en
Badajoz, deciden vender los caballos y pasar a Cádiz donde se aprestaba una
flota con tropas expedicionarias para castigar el levantamiento propiciado por
los jesuitas en la colonia de Sacramento. Voltaire se refiere al camino de Extremadura
que una vez concluido en los puertos desvía a los protagonistas hacia su
destino haciéndolos pasar por Lucena,
Chillas y Lebrija, el itinerario
natural para evitar la marisma que se le podía ocurrir a un absoluto
desconocedor de la tierra. Voltaire debía tener un mapa de la zona, pero un
mapa antiguo, puesto que la aldea de Chillas, muy cerca de Villamanrique,
estaba ya despoblada en el siglo XIV y lo utilizó a su manera.
Un
conocedor de la zona o un viajero que hubiese preguntado sabría que las comunicaciones entre la ría del
Tinto y Cádiz no sólo eran permanentes desde la edad media, sino esenciales
puestos que el señorío más importante de la zona se desarrollaba a ambos lados
del Guadalquivir entre ambas tierras. La ruta marítima mantenía un tráfico
permanente de mercancías desde esta zona de río hasta Sanlúcar, el Puerto y
Cádiz, los destinos más habituales, que intermediaban determinadas producciones
además con la ciudad de Sevilla, La ruta terrestre más habitual era la
denominada de las Playas de Almonte, Niebla-Sanlúcar, desde donde se enlazaba
con barca con el resto de los destinos.
Voltaire
no andaba, pues, muy descaminado.
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