El 13 de septiembre de 1592 Antón Martín Hilazo,
mayordomo de la fábrica de la Iglesia Parroquial de San Vicente Mártir, y
Alcalde Ordinario de la localidad, otorga carta de obligación por 24 ducados (264 reales) a Juan Pérez,
bordador, vecino de ciudad de Sevilla en la collación de Santa Cruz, por razón de,
“dos
asanefas vordadas sin oro de razo cortado carmesí e un capillo e petoral
(razo qual que están asentadas, -entre líneas-) que Myguel de
Peñaaranda, vordador, vezino de Sevilla, hizo para una capa para la
dicha iglesia deste lugar de Luçena. Las quales dichas dos asanefas, capillo e
petoral me dio y entregó a mí, el dicho Antón Martín, mayordomo, el dicho Juan
Pérez, e yo las recibí por virtud de un mandamiento del Provisor de la Sata
Iglesia de Sevilla, su fecha del dicho mandamiento a quatro deste presente mes
de septiembre deste presente año de la fecha desta carta.....”
Imagen de bordado de la época |
Miguel de Peñaranda era uno de los maestros
bordadores “más sobresalientes y
destacados de la Sevilla de fines del siglo XVI” (Santos Márquez,
2009-2010), hijo del segundo interviniente, Juan Pérez, alguacil de
Villanueva de Barcarrota (Badajoz), y hermano de Francisco de Peñaranda, también
bordador y comerciante de paños (Rodríguez-Moñigo, 1945). Tenemos al menos una
referencia documental más de sus trabajos
en un encargo que hizo para la iglesia de parroquial de San Sebastián de Cañete
(Málaga) en 1597, por los trabajos del ya citado Santos Márquez, en este caso, para la confección de un velo bordado en seda y oro para un paño de difuntos de
terciopelo negro, que desgraciadamente no se ha conservado.
En nuestro caso, tampoco conocemos si su trabajo se
ha conservado en nuestra parroquia. Las capas y los capillos se perdieron
todos, pero no sería extraño que algunas de sus partes, si eran de calidad,
fueran reaprovechadas y el pectoral podría encontrarse entre los que han
sobrevivido.
En el inventario de 1730 se citan varias capas de
damasco rojo y blanco, con sus cenefas en colorado, una de las cuales “fallezió y de lo que ubo bueno se iso un
frontal para el manto”; de otra morada se sacó un paño para el
púlpito, según nota de 1781. En el
mismo documento se describen tres cenefas sueltas para el adorno de los
monumentos y numerosos corporales que podrían contener cualquiera de estos
elementos. La investigación dirá en el futuro, y dado que no somos
especialistas en una materia que desconocemos absolutamente, la posible
búsqueda de estos elementos la dejamos para mejores plumas.
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