domingo, 23 de octubre de 2016

El catastrófico año de 1708.

Tenemos constancia a través de las fuentes locales de huracanes, nevadas, terremotos y catástrofes varias, pero de ninguna de ellas poseemos relatos de primera mano como el que nos ofrece uno de los libros de bautismo de la parroquia de mano de Fray Bartolomé de Santa María, al que hemos aludido en numerosas ocasiones. No es el único testimonio al respecto, tanto a nivel general, como local, y aprovecho una petición que se me ha hecho para rescatarlo en esta entrada.
 
Paisaje inundado
“Anno de 1.708.

En el nombre del Pa(dre) e del Fijo e del Espíritu Santo que son tres personas distintas y un sólo Dios verdadero, (y de la Virgen María), mi Madre, y de mi Padre San Jerónimo. Doy noticia eneste libro de bautismo a los siglos venideros de las afliciones y cosas memorables que los hijos de Adán an experimentado enestos miserables tiempos, y principalmente nuestra España, a quién justisimamente castiga la Magestad Divina por los muchos pecados que contra un Dios tan bueno cometemos. Para que nuestros sucesores escarmienten en nuestras cabezas, i viban ajustadamente  pidiendo a Dios perdón de sus culpas y pecados, tomando por medio a su santísima Madre, por medio de su Santísimo Rosario, pues por esta santísima devoción y interçesión de tal señora, no está ia el mundo acabado y España llena de Herejes; porq(ué) lo dixeron los demonios por voca de un endemoniado. Prosigo las calamidades deste presente anno de mil setecientos y ocho que es como se siguen:
Fay Bartolomé de Santa María, cura de esta iglesia del sennor san Vicente Mártir, deste lugar de Lucena del Puerto, monge profeso de Nuestra Sennora de la Luz del Horden de San Gerónimo, predicador y notario apostólico, hago saber a los futuros siglos que reinando en las Iglesia nuestro muy Santo Padre Clemente Duodécimo. En el Imperio Joseph Ignacio de Austria, en España el constante y Católico rey Fhelipo Quinto. En Francia el Christianísimo rey Luis Quarto Décimo. Arçobispo de Toledo, Primado de las Españas, el eminentísimo Don Luis Portocarrero y en Sevilla el Excelentísimo sennor don Manuel de Arias. Duque de Medina Sidonia en excelentísimo sennor don Juan Pérez de Guzmán El Bueno y muchas veces bueno caballeriso maior de Su Magestad. Estando toda Europa y Chistiandad metida en sangrientas guerras i procurando los herejes faborecidos de su Reina Ana, Reina de Inglaterra, suberter la Católica Religión, a quien en tan miserables tiempos faborece la Divina Magestad visiblemente, sin dexar por eso de castigarnos. Verificándose en tan soberana Magestad, lo del Padre y (Espíritu Santo) a sido servido de afligirnos eneste precente anno, demás de las guerras referidas, con tanta abundancia de aguas quales en el párrafo siguiente declara mi pluma.
Desde el segundo día de Pascua de Navidad del anno de 1.707 comensó a toldarse el cielo con nubes negras. Comenzaron las lluvias con tanta abundancia que fueron pocas las horas que los sublunares y habitadores de la tierra gosaron del Sol, padre de los vivientes, i cuentoló por horas porque los días fueron tan tristes y lluviosos que las gentes andaban espaboridas i los pobres tan sin remedio que desfallesían de hambre.
Aviendo salido de madre el río Tinto nueve vezes, con tanta abundancia que llegaron las aguas en la vega hasta donde los hombres de ochenta annos no avían visto llegar,  (las aguas Cre)cían tan alta(s) (que) llegaron a rebosar los poços, y en muchas casas se hicieron fuertes, dándole a las aguas egreso a las calles i saliendo de ellas como arroyos, con mucha pérdida de casas del dicho lugar.
En lo restante de las Andalucías sucedió lo mismo, i con más pérdidas, así de huracanes como inundaciones de ríos. En la ciudad de Sevilla llegó el rio Guadalquivir hasta adonde hasta este anno nunca avi(a) llegado, y fué tal la inundación de sus aguas que se embarcaban en la cuesta de Castillexa, y en el lugar del Algaba murieron muchas personas ahogadas.
La destrucción de arboledas y olivares a causa de los muchos aires fue(ron) muchas, i las pérdidas fueron de mucha entidad. En el mar se perdieron muchas envarcaciones sin poder los pobres navegantes escapar con la vida, demás de la pérdida de sus haciendas, pues todas las costas de mor la Torre del Oro y la Higuera se vían (sic) pobladas de cuerpos muertos, de votas de vino, aguardiente, mistelas, vacalao, tabacos, tozinos y destrozos, con tanta abundancia qual nunca se avía visto. Los trigos anegados, los pobres sin tener donde ganar un jornal, las casas caídas, pues en Sevilla, con las que mandaron derribar i las que derribaron las aguas, pasan de cuatro mil y quinientas casas con algunos templos y iglesias.
Y con esto las guerras más vibas y los pobres más afligidos, y los pechos más continuados, pues deje que murió nuestro santo y piadoso monarca Carlos segundo hasta el anno de mil setecientos y ocho, viendo muerto el de setecientos en dos de Diciembre (en realidad murió el 1 de noviembre) se vé España an (sic) las maiores tribulaciones quales no cuentan las historias. Dios les de mejores tiempos a nuestros sucesores, i que sepan con sus vidas mitigar la Divina Justicia que es la fuente de donde nos vienen tantas afliciones.
Las demás particularidades de estos tiempos, acasos y guerras, lo dexo a mejores plumas, como son las ignominias que los herejes de Inglaterra hicieron con las imágenes en el Puerto, en Valencia y Zaragoza. Los muchos trabajos que padeció el Condado de Niebla después que el Excelentísimo Sennor Duque de Osuna ganó Aserpa y Mora (Serpa y Moura), contento con referir por encima estas cosas. I por verdad, lo firmé, en Lucena del Puerto en diez y siete días del mes de Marzo desde preçente anno de mil setecientos y ocho.

                                                                       Fray Bartolomé de Santa María.

(Al borde del documento, con posterioridad a la anotación reitera el párroco )
"Fueron tantas las aguas, que el poso que está dentro de la yglisia cresió hasta los ladrillos del vrocal, que llegó a tanto estromo (sic) que se tocaban las aguas con un palo de vara y media, o con una muleta, que el día que no llovía no se augmentaba el agua más se estaba en sucer, y el río que llaman Tinto, que es que pasa por el vado, salió de madre 13 veses, cosa que ninguno de los nasidos vieron en aquellos annos ni se olló desir a los ansianos".

Conocemos por las crónicas sevillanas que en esta capital se arruinaron más de 500 casas y se abrieron dos calles de por medio, como si de un río se tratara. El río Guadalquivir, entre diciembre de 1707 y junio de 1708, se desbordó catorce veces, alcanzando niveles nunca conocidos hasta ese momento. El invierno de 1709 fue especialmente frío y la cosecha se retrasó en exceso. Y ya sabemos que significa esto en el Antiguo Régimen.
Las 22 defunciones de 1708 y las 29 de 1709 solo son de adultos, con muy pocos párvulos, lo que implica que casi con toda seguridad los muertos se duplicaron o triplicaron. En el vecino lugar de Bonares alcanzaron el número de 52 y 40 respectivamente, sin defectos de registro y con una población sólo algo mayor que la de nuestro municipio en este periodo.
No es difícil imaginar las consecuencias de este temporal en las pequeñas casas de barro y adobe, sin suelo, que caracterizaban a la localidad. Lluvias y vientos provocaron la ruina, “con mucha pérdida de casas”, a lo que debieron añadirse caminos y calles intransitables, barrizales convertidos en arroyos que impedían aun varios días después, acudir a los jornales. La cosecha se daba ya por perdida en marzo, aunque ya desde principios de año el Gobernador del Condado había prohibido la saca de trigo en toda la comarca en previsión de lo que habría de suceder. Después los municipios acuden  al socorro público con el trigo de los pósitos, la requisa de particulares y el trigo de la iglesia, y los intentos de compra de la mar que no debieron ser muy fructíferos. Y por si la situación no fuera lo bastante dramática, en el mismo mes de marzo tenemos constancia de  partidas de caballería recorriendo las poblaciones comarcanas y requisando todo lo que  encontraban para el suministro de la frontera.
Pero no acabaron aquí las cosas. Los ingleses se situaron en el Golfo de Cádiz con su flota impidiendo el tránsito de mercancías y presionando sobre las poblaciones de toda esta zona, especialmente la ciudad de Cádiz. Los portugueses alcanzaron en julio de 1708 la villa de Gibraleón con 9000 infantes y 3000 soldados de caballería, y desde allí, las proximidades de Beas y San Juan del Puerto, lo que provocó un pánico generalizado en la comarca y el abandono de las haciendas en busca de las murallas de Niebla. Ganados y enseres se pusieron a salvo, pero no así las maltrechas cosechas. No tenemos constancia de la llegada de enemigos a nuestra localidad y afortunadamente los portugueses no tardaron en replegarse hasta la Puebla de Guzmán y cruzaron de nuevo la frontera.
En 1710, un testimonio de vecindario calle hita, es decir casa por casa, deja pocas dudas de la situación:

“.... en cuanto al cumplimiento de lo que su excelencia manda, este cabildo y pueblo fuera muy afortunado en tener para la tan buena y precisa ayuda de Nuestro Rey y Soberano, que Dios nos guarde y conserve felices años en esta su monarchia, hay grande poblasión y de lo mas que su fina a dicho desea para este servicio, pero es muy notoria su cortedad y suma pobreza de sus vezindarios, no pasan de sinquenta y quatro, de los quales están hoy , en actual, sirviendo en las tropas de su Magestad, an de a caballo comod e infantería doze vecinos”.


Este número de vecinos implica una población de apenas 221 habitantes, el más bajo de toda la modernidad  (siglos XVI-XVIII).

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