Todo suele tener explicación, aunque, a veces,
resulta difícil de encontrar. En las inmediaciones de Lucena se alude
históricamente a varios “muladares”,
uno de los cuales se localizó hasta fechas no muy alejadas en el tiempo al
final de la calle del Castillo. La acepción histórica del término debe ser
entendido como basurero donde los vecinos tiraban enseres, muebles y cachivaches
en desuso, además de basura, según se puede desprender del análisis de la
documentación, y tal vez, algún animal muerto (la acepción real etimológica).
Al fondo, tras la fuente que apenas se aprecia la Cruz Moleá |
Estos eran los ejidos de la localidad y la confluencia
de la calleja de San Sebastián, calle del Castillo y Calleja de San Salvador
con la bajada al arroyo de la Pasadera y los tejares y hornos del Consejo. El
topónimo como se conoce a este lugar, la “Cruz
Moleá”, se nos antojaba que tal vez tuviera que ver con las piedras de
molar de los tejares o con los molinos de la calle, de los que tenemos también
constancia documental.
Sin embargo, un documento de 1762 nos ha
aclarado el topónimo. La venta de dos partes de casa en la calle del Castillo que
fue de Leonor García, por parte de Juan Martín Carrasco y Josefa García a
Melchor Regidor, manifiesta al describir la casa que “hazen esquina con la Cruz que llaman del Muladar”.
Y creemos que la casi desaparición de la palabra con
la llegada de la vida moderna, la desaparición de los ganados de tiro y el
servicio de recogida basuras (que se
inició en 1966 con la adquisición de un carro), hizo el resto. La Cruz, que era
real y de las llamadas de vestir, y que los luceneros de mediana edad conocimos
en uno de los árboles del Paraíso allí sembrados, se mantuvo tras la
construcción de la fuente de abastecimiento (1961) y la remodelación de la bajada a Pasadera, que concluyó en la
construcción de la calle Tomillo (1990). Desapareció con la ampliación del
mirador.
La función de la Cruz, parece obvia, y posiblemente nunca
llegó a cumplir con el cometido para la que se colocó. Cruces, Santos y Vírgenes
se colocaban en lugares conflictivos como el que nos ocupa para evitar que los
vecinos los usasen como basureros, estercoleros o cosas peores. También eran
hitos urbanos y rurales, en parte simbólicos, el final de la protección del
núcleo, o en parte, lugares acontecidos donde se produjo algún suceso.
Y en nuestro término conocemos al menos dos ejemplos
más, la Cruz de la Fuente Vieja, situada también en un árbol, recordatorio al
parecer de que un rayo mató allí a un vecino, y el pino de la Cruz, cuya
explicación se desconoce. El pino de la Cruz marcaba históricamente el límite
de las dehesas Concejiles, el resto hasta el mar eran baldíos de
aprovechamiento comunal, pero también en los siglos XVI y XVII, el hito
coincidía con el lugar donde se realizaban algunas guardas de salud y hasta
dónde podían a acceder los vecinos que volvían de segar de Cádiz en momentos de
epidemia.
Y desde luego, no tenemos empacho en admitir que
este último hecho puede ser una mera coincidencia de tiempo y lugar, como la
Cruz Moleá/Muladar, pero a nosotros se nos antoja que no.
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