domingo, 30 de julio de 2017

La Cruz Moleá

Todo suele tener explicación, aunque, a veces, resulta difícil de encontrar. En las inmediaciones de Lucena se alude históricamente a varios “muladares”, uno de los cuales se localizó hasta fechas no muy alejadas en el tiempo al final de la calle del Castillo. La acepción histórica del término debe ser entendido como basurero donde los vecinos tiraban enseres, muebles y cachivaches en desuso, además de basura, según se puede desprender del análisis de la documentación, y tal vez, algún animal muerto (la acepción real etimológica).

Al fondo, tras la fuente que apenas se aprecia la Cruz Moleá
Estos eran los ejidos de la localidad y la confluencia de la calleja de San Sebastián, calle del Castillo y Calleja de San Salvador con la bajada al arroyo de la Pasadera y los tejares y hornos del Consejo. El topónimo como se conoce a este lugar, la “Cruz Moleá”, se nos antojaba que tal vez tuviera que ver con las piedras de molar de los tejares o con los molinos de la calle, de los que tenemos también constancia documental.
Sin embargo, un documento de 1762 nos ha aclarado el topónimo. La venta de dos partes de casa en la calle del Castillo que fue de Leonor García, por parte de Juan Martín Carrasco y Josefa García a Melchor Regidor, manifiesta al describir la casa que hazen esquina con la Cruz que llaman del Muladar”.
Y creemos que la casi desaparición de la palabra con la llegada de la vida moderna, la desaparición de los ganados de tiro y el servicio de recogida  basuras (que se inició en 1966 con la adquisición de un carro), hizo el resto. La Cruz, que era real y de las llamadas de vestir, y que los luceneros de mediana edad conocimos en uno de los árboles del Paraíso allí sembrados, se mantuvo tras la construcción de la fuente de abastecimiento (1961) y la remodelación de  la bajada a Pasadera, que concluyó en la construcción de la calle Tomillo (1990). Desapareció con la ampliación del mirador.

La función de la Cruz, parece obvia, y posiblemente nunca llegó a cumplir con el cometido para la que se colocó. Cruces, Santos y Vírgenes se colocaban en lugares conflictivos como el que nos ocupa para evitar que los vecinos los usasen como basureros, estercoleros o cosas peores. También eran hitos urbanos y rurales, en parte simbólicos, el final de la protección del núcleo, o en parte, lugares acontecidos donde se produjo algún suceso.
Y en nuestro término conocemos al menos dos ejemplos más, la Cruz de la Fuente Vieja, situada también en un árbol, recordatorio al parecer de que un rayo mató allí a un vecino, y el pino de la Cruz, cuya explicación se desconoce. El pino de la Cruz marcaba históricamente el límite de las dehesas Concejiles, el resto hasta el mar eran baldíos de aprovechamiento comunal, pero también en los siglos XVI y XVII, el hito coincidía con el lugar donde se realizaban algunas guardas de salud y hasta dónde podían a acceder los vecinos que volvían de segar de Cádiz en momentos de epidemia.

Y desde luego, no tenemos empacho en admitir que este último hecho puede ser una mera coincidencia de tiempo y lugar, como la Cruz Moleá/Muladar, pero a nosotros se nos antoja que no.

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