Desde tiempo inmemorial las fuentes del Conexo (del
Cura) y la Monteruela (de la Morisca o las Pilas) habían surtido el pueblo para beber y en los
quehaceres cotidianos. Ambas estaban situadas en la dehesa, muy próximas una de otra, sobre los
manantiales naturales que bajan de la mesa del Condado en busca de las aguas
del Tinto. Sin embargo, la dehesa fue adquirida en 1859 por Isidoro Urzaiz por
80.200 reales y, según podemos deducir de ello, las fuentes, aunque siguieron
siendo utilizadas por los vecinos con los pozos existentes en la localidad.
Deposito de agua. |
El primer proyecto de acometida de aguas contó con
este obstáculo, puesto que estas tierras recayeron en sus herederos, los Pérez
de Guzmán, y más en concreto, en la parte que hubo don José Pérez de Guzmán,
que siempre manifestó su voluntad de cederlas a los vecinos y con el que se
pudo llegar a un acuerdo económico poco antes de su muerte. Sus herederos
respetaron el trato, recogido también como una de sus últimas voluntades de su
propia voz por su hermano Luis, pero obtuvieron por ello una importante exención de
contribuciones, lo que unido a su filiación republicana, provocó una revocación
del trato y una acusación de amiguismo político durante el primer Franquismo
algunos años después.
La primera canalización de aguas desde el manantial de
Las Pilas data de la Dictadura de Primo de Rivera, en la Alcaldía de D.
Diego Gómez Cruz (1924-1928), segundo Alcalde del Directorio Militar, y
autor también de la reforma del Ayuntamiento que se encontraba a medio edificar
desde la época de la Restauración.
El
proyecto de aguas se encargó al Arquitecto Provincial D.José María Pérez García
y costó la nada despreciable cifra de 26.696 pesetas, cubierto con un título de
deuda pública, el 138, proveniente de la desamortización de bienes de propios.
La ejecución corrió a cargo del maestro D. Antonio Regidor Vivas y constaba,
según las descripciones, de una fuente cubierta de la que salía una única
tubería de 50 milímetros con dos caños de salida que abastecía la fuente de
Santa Cecilia en la calle Carnicería, adosada al muro del Ayuntamiento y de
la que no sólo tenemos constancia de fotografías, sino que se mantuvo en pie
hasta la última reforma del edificio consistorial en la década de los noventa. En
1928 se declaró concluido el proyecto, debiendo el municipio fijar el precio
público del agua, acordando “toda vez que
beneficia los intereses del vecindario,… conceder gratuitamente el
abastecimiento de agua”. Durante años, este fue el único punto de
abastecimiento de aguas del núcleo urbano.
Sin
embargo, no tardaron en aparecer los problemas. Durante la pertinaz sequía de
1939, el abuso de los vecinos obligó al municipio a poner un guarda e imponer
un gravamen de cinco céntimos cada dos cántaros para satisfacer el salario del
guarda. Los terribles años posteriores a la Guerra Civil, con un Ayuntamiento
arruinado y acuciado de deudas, y la presumible falta de mantenimiento fueron
provocando la disminución de la capacidad de la tubería y la aparición de
numerosas pérdidas de agua. En 1951, las actas municipales aluden de nuevo al
abuso de los vecinos al querer retirar más agua de la necesaria, proponiendo el
municipio, a petición del vecindario,
“.... que se grave con un canon de diez céntimos por
cántaro que exceda de los necesarios, pudiéndose calcular como gravable el
tercero o cuarto cántaro que se retire por familia, según las personas que la
compongan, y todo ello durante la época de estío..”.
En 1954, durante la Alcaldía del activo D. Diego García Gómez, en
plena fiebre inversora y en el momento en que se pavimentan las calles, la
obstrucción de las cañerías impide el abastecimiento de la localidad, por lo
que propone,
“ .... visto que hay que levantar el
pavimento de la calle Calvo Sotelo, el que fueran limpiando los tubos que se
encuentran muy obstruidos en dicha calle y calle Fuente (Arenal), lo que
sin duda aumentará el caudal considerablemente ya que en su nacimiento y aún en
la Fuente Vieja, se recibe cantidad suficiente para las necesidades de la población...”.
La
obra se declara de urgencia, “sin
prejuicio de que se confecciones un proyecto de gran envergadura, uno de
renovación de la cañería” y se consignan 5000 pesetas para la obra. En
junio de ese año, las cuentas de gastos ya consigan pagos al oficial del
Cabildo, D. Antonio Columbiano Oporto, para el arreglo, y en septiembre se da
cuenta del proyecto presentado por el facultativo de Minas D. Pedro Mora
Rodríguez para la reparación completa de la línea. La situación a estas alturas
debió sufrir un agravamiento importante, puesto que se reitera la urgente
necesidad y los problemas en el vecindario que sufre largas colas o tiene que
desplazarse con caballerías a los pozos o manantiales del término, con los
problemas de orden sanitario y potabilidad consiguientes. El proyecto se evaluó
en un coste de 78.585,3 pesetas, consignando el Ayuntamiento 8000 pesetas de
aportación y 4000 de prestaciones personales y transporte de los vecinos.
Sin
embargo, ejecutada la obra, este proyecto se demostró netamente insuficiente,
viéndose obligado el municipio a recabar ayuda y asesoramiento de la Diputación
Provincial para una nueva acometida completa. Este
último proyecto, el definitivo, de 1958, del que no tenemos copia en el Archivo
Municipal, fue licitado y ejecutado por la Diputación Provincial por la
millonaria cifra de 1.347.712,68 pesetas, e incluía, la línea, con sus
casetas de registro y depósito municipal, además de la cesión de los terrenos
que acabó mediando y ejecutando el propio Ayuntamiento por los retrasos
provocados por la aplicación de la ley de expropiación que hicieron aconsejable
otro sistema de obtención de los mismos. También, desde el Ayuntamiento se
ejecutó una importante modificación en 1959, la ampliación del número de
fuentes a cuatro, situadas en la calle Arriba, Malva, esquina de
la calle Carnicería, al final de calle Castillo y entrada de la
población, frente a la vivienda de los maestros, de las que aún se
conservan dos. El presupuesto de las cuatro fuentes, íntegramente municipal,
ascendió a las 90.628,75 pesetas.
Por
si no fuera suficiente, la nueva acometida obligó a ejecutar el saneamiento de la Calle
la Fuente en dos fases (denominada en 1961, Cristóbal Colón), por el problema
de las aguas residuales y el trazado de la línea, que podría quedar cubierto
por la urbanización posterior, corriendo a cargo de los presupuestos municipales.
En
agosto de 1961, terminadas la totalidad de las obras, se aprueba la primera Tasa
de Suministro de Agua Potable, toda vez que queda garantizado por las
fuentes el “abastecimiento gratuito a los
vecinos que no deseen utilizar el servicio”, es decir, el suministro desde
la misma línea a los domicilios particulares.
El sistema de cobro, con cuatro tarifas, para contratistas de obras públicas,
para contratistas particulares, por contador o “a tanto alzado”, según
el número de miembros de la unidad familiar, resulta, cuanto menos, curioso y
pintoresco. Y parece ser que los vecinos preferían siempre el tanto alzado por
el coste de los contadores y por la poca confianza que ofrecían.
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