Se da por asentado que la salida del vino del
Condado hacia los puertos se realizaba
por tres rutas que son las tradicionalmente admitidas. El condado
Oriental (Villalba, Chucena, Manzanilla, Hinojos y el Campo de Tejada)
utilizaban el puerto de Sevilla en el que no pagaban aranceles, por ser parte
de su tierra, era de denominada la vía terrestre; La zona central, Bollullos, La
Palma, Rociana, y tal vez Almonte, utilizaban la vía fluvial del Caño de las
Nueve Suertes en Aznalcazar, a través del Guadiamar y el Guadalquivir; y el
Condado Occidental, Palos, Moguer, San Juan, Lucena, Niebla, Bonares y
Villarrasa utilizaban el Tinto y los embarcaderos de Marisuárez, Moguer y San
Juan del Puerto.
Bodega de San Juan del Puerto propiedad de Verdier. |
Había excepciones a esta regla. Según las ordenanzas
del Condado, Almonte y Rociana tradicionalmente llevaban a vender también a las
playas de Almonte, respetándoseles la costumbre, siempre que fuera de su propia
cosecha. Los vecinos de Beas y Trigueros llevaban y traían vino a San Juan el
Puerto, prohibiéndose incluso que estos vecinos labren lagares en este puerto
para introducir sus vinos.
Los testimonios que poseemos de embarques en el
puerto de Lucena entre los siglos XVI-XVIII no desmienten esta afirmación, pero
la matizan mucho. El vino era un producto de primera necesidad y escaso,
por lo que tanto su entrada como su saca
estaba prohibida, y así se recoge en las Ordenanzas de 1504 para toda la zona
de Niebla. El cultivo, no obstante no hizo más que crecer entre 1650 y 1750, en
una estrategia clara de ocupación de baldíos que favoreció a los pequeños
propietarios, que encontraron en la viña y el olivar una estrategia de
rentabilidad de las pequeñas explotaciones. Las tierras de obras pías y
eclesiásticas incrementaron también el cultivo en la misma estrategia, aunque
es este caso, las mayores inversiones corrieron a cargo de eclesiásticos
particulares, ya que el Monasterio de la Luz tradicionalmente había cultivado
dos zonas, la Viña Vieja y la Viña nueva, prácticamente desde los tiempos de
Oyón. Hasta el siglo XVIII parece que no se garantizó el abastecimiento local,
por lo que el comercio encontró muchos
obstáculos.
Extensión de la Viña en Lucena entre 1650 y 1748
En los registros de Bienes de vecinos.
Año de
Registro
|
Pies
de Viña
|
Conversión de Viñas en
Fanegas
|
1657
|
84900
|
70
|
1675
|
80600
|
67
|
1720
|
128100
|
106
|
1748
|
198100
|
165
|
Relación de viñas propiedad de obras
pías y eclesiásticas
de Lucena en la segunda mitad del siglo XVIII
Obra Pía
|
Pies
De Viña
|
Conversión
en fanegas
|
Monasterio de la Luz
|
38000
|
31,5
|
Hermandad de la Misericordia
|
3000
|
2,5
|
Eclesiásticos diversos (8 individuos)
|
20670
|
17
|
Total
|
61670
|
51
|
Es más, entre 1539 y 1650 la mayoría de los
contratos de compraventa registrados en los protocolos notariales son de compra
a vecinos de Moguer, Niebla y San Juan del Puerto, que sí debían tener algunas
producciones excedentarias, sobre todo el primero de ellos. También destacan en
este periodo, pero especialmente en el final del siglo XVI, momento de
esplendor del comercio indiano, las compras de “botas encaxadas” provenientes de Sevilla, los cascos,
necesarios para encerrar y comerciar con el vino y el vinagre.
Durante esta etapa sabemos, por los inventarios
post-morten y los previos al matrimonio, que la mayoría de los vecinos
encierran vino en sus casas o en los “palacios”,
una curiosa denominación local para los pajares y casas de aperos que no
sabemos a ciencia cierta de dónde deriva. El comercio, no podemos negarlo, se
constata ampliamente en los protocolos notariales, pero el predominio
corresponde a los pequeños cosecheros que utilizan intermediarios locales para
deshacerse de las producciones excedentarias. En el mismo sentido debe ser
interpretada la “gran cantidad”
de vino de hoja entregada por los vecinos de Lucena en la visita de
Felipe IV al bosque de Doñana para la magna cacería de 1624, según la
información proporcionada por Infante Galán hace ya algunos años.
El testimonio más antiguo que tenemos de este
comercio es de 1539. Francisco Gallego, vecino de Moguer, se querelló contra
Pero Fernández Hilazo, Juan Hernández y Diego Martín Bermúdez de Lucena,
carreteros, por el traslado de 150 botas de vino desde Villalba del Alcor
al vado de Marisuárez, negándose uno de ellos porque sus bueyes no estaban para
ello. Tan sólo un año después los mercaderes Jorge y Pedro Álvarez, Juan Martín
y Diego Barboso se quejaban de que entre todos tenían compradas hasta 45
botas de vino de este dicho lugar y el fiel de las Rentas Mayores no se las
quiere recibir:
“..... y
dellas quieren pagar la saca a razón de como se tiene por costumbre en
este dicho lugar, y Benito Martín fiel de todas las rentas mayores de este dicho
lugar, en nombre de Bartolomé Martín Redondo, vecino de bonares, arrendador de
por masa de todas las rentas mayores de este dicho lugar, no le quiere reçibir
la dicha saca, seis maravedíe por bota que les han ynformado que tienen de
costumbre de pagar en este dicho lugar, que sus alcaldes se lo manden reçibir
porque ellos están prestos de lo pagar.....”
Desconocemos la razón de por qué no se quiso recibir
la saca, tal vez no estuviera autorizada por el duque, pero cada mercader hubo
de declarar el número de botas y depositar ante el Alcalde Juan Pinto los maravedíes
correspondientes: Pedro Álvarez por 6 botas, Juan Álvarez por 17 y media, Juan
Martín por 12 y media y Diego Barboso por 13, sumando en total 49 cascos y 294
maravedíes.
La abundancia de carreteros, probablemente por el
activo tráfico de carbón al que hemos aludido en otras partes de este blog,
motivó que muchos vecinos se dedicaran a su transporte. En 1571, Pedro
Salvador, Pedro Alonso Barrera, Juan Pérez, Cristóbal Díaz Pito y Juana
Domínguez Brígida, vecinos de Lucena, se concertaron con Juan de Villareal,
vecino de Sevilla a transportar,
“.... con
nuestras carretas, que son çinco y con sus bueyes, de os hechar enzima dellas
dende la villa de Bollullos del Condado hasta las nuebe suerte, puerto y
descargadero de la çiudad de Sevilla, hasta seis caminos para abajo, que no
arriba, lo que fuere vuestra voluntad, dos pipas en cada carreta, por preçio de
cada dos pipas llenas de vino de a dies y seis reales y medio de plata
castellanos, a las quales os hemos de echar dende el biernes que biene deste presente mes de mayo con las
dichas çinco carretas hasta si acabadas de echar”.
En fechas más avanzadas del siglo XVI y XVII el
comercio se mantiene en la tónica que hemos descrito. Pequeños cosecheros
locales que venden le encerrado en las “lagaretas”,
muchos de ellos eclesiásticos que dedican sus patrimonios a la viña, y operaciones
de embarque de cierta entidad, algunas de ellas, de los municipios del entorno.
Los comerciantes locales, que los hubo, y de entidad, o no poseen o no
encuentran género en abundancia.
Habrá que esperar a la demanda gaditana en la
segunda mitad del siglo XVII para el incremento de la producción, que continuará
a lo largo de los siglos XVIII mediante
la siembra de pequeñas parcelas en baldíos y propios. En 1747 se estima una producción
de 2500 arrobas de mosto, aunque en los registros de alcabalas el vino sigue
ocupando el quinto o sexto puesto en las exportaciones de comercio por detrás del trigo, la cebada,
las habas, los garbanzos y el cáñamo, y menos del 10 por ciento del valor de
las ventas.
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