sábado, 13 de enero de 2018

Las rutas del vino y el puerto.

Se da por asentado que la salida del vino del Condado hacia los puertos se realizaba  por tres rutas que son las tradicionalmente admitidas. El condado Oriental (Villalba, Chucena, Manzanilla, Hinojos y el Campo de Tejada) utilizaban el puerto de Sevilla en el que no pagaban aranceles, por ser parte de su tierra, era de denominada la vía terrestre; La zona central, Bollullos, La Palma, Rociana, y tal vez Almonte, utilizaban la vía fluvial del Caño de las Nueve Suertes en Aznalcazar, a través del Guadiamar y el Guadalquivir; y el Condado Occidental, Palos, Moguer, San Juan, Lucena, Niebla, Bonares y Villarrasa utilizaban el Tinto y los embarcaderos de Marisuárez, Moguer y San Juan del Puerto.

Bodega de San Juan del Puerto propiedad de Verdier.
Había excepciones a esta regla. Según las ordenanzas del Condado, Almonte y Rociana tradicionalmente llevaban a vender también a las playas de Almonte, respetándoseles la costumbre, siempre que fuera de su propia cosecha. Los vecinos de Beas y Trigueros llevaban y traían vino a San Juan el Puerto, prohibiéndose incluso que estos vecinos labren lagares en este puerto para introducir sus vinos.
Los testimonios que poseemos de embarques en el puerto de Lucena entre los siglos XVI-XVIII no desmienten esta afirmación, pero la matizan mucho. El vino era un producto de primera necesidad y escaso, por lo que tanto su entrada como  su saca estaba prohibida, y así se recoge en las Ordenanzas de 1504 para toda la zona de Niebla. El cultivo, no obstante no hizo más que crecer entre 1650 y 1750, en una estrategia clara de ocupación de baldíos que favoreció a los pequeños propietarios, que encontraron en la viña y el olivar una estrategia de rentabilidad de las pequeñas explotaciones. Las tierras de obras pías y eclesiásticas incrementaron también el cultivo en la misma estrategia, aunque es este caso, las mayores inversiones corrieron a cargo de eclesiásticos particulares, ya que el Monasterio de la Luz tradicionalmente había cultivado dos zonas, la Viña Vieja y la Viña nueva, prácticamente desde los tiempos de Oyón. Hasta el siglo XVIII parece que no se garantizó el abastecimiento local, por lo que el comercio  encontró muchos obstáculos.

Extensión de la Viña en Lucena entre 1650 y 1748
En los registros de Bienes de vecinos.

Año de
Registro
Pies de Viña
Conversión de Viñas en Fanegas
1657
84900
70
1675
80600
67
1720
128100
106
1748
198100
165

 Relación de viñas propiedad de obras pías y eclesiásticas
de Lucena en la segunda mitad del siglo XVIII

Obra Pía
Pies
De Viña
Conversión
en fanegas
Monasterio de la Luz
38000
31,5
Hermandad de la Misericordia
3000
2,5
Eclesiásticos diversos (8 individuos)
20670
17
Total
61670
51

Es más, entre 1539 y 1650 la mayoría de los contratos de compraventa registrados en los protocolos notariales son de compra a vecinos de Moguer, Niebla y San Juan del Puerto, que sí debían tener algunas producciones excedentarias, sobre todo el primero de ellos. También destacan en este periodo, pero especialmente en el final del siglo XVI, momento de esplendor del comercio indiano, las compras de “botas encaxadas” provenientes de Sevilla, los cascos, necesarios para encerrar y comerciar con el vino y el vinagre.
Durante esta etapa sabemos, por los inventarios post-morten y los previos al matrimonio, que la mayoría de los vecinos encierran vino en sus casas o en los “palacios”, una curiosa denominación local para los pajares y casas de aperos que no sabemos a ciencia cierta de dónde deriva. El comercio, no podemos negarlo, se constata ampliamente en los protocolos notariales, pero el predominio corresponde a los pequeños cosecheros que utilizan intermediarios locales para deshacerse de las producciones excedentarias. En el mismo sentido debe ser interpretada la “gran cantidad” de  vino de hoja entregada por los vecinos de Lucena en la visita de Felipe IV al bosque de Doñana para la magna cacería de 1624, según la información proporcionada por  Infante Galán  hace ya algunos años.
El testimonio más antiguo que tenemos de este comercio es de 1539. Francisco Gallego, vecino de Moguer, se querelló contra Pero Fernández Hilazo, Juan Hernández y Diego Martín Bermúdez de Lucena, carreteros, por el traslado de 150 botas de vino desde Villalba del Alcor al vado de Marisuárez, negándose uno de ellos porque sus bueyes no estaban para ello. Tan sólo un año después los mercaderes Jorge y Pedro Álvarez, Juan Martín y Diego Barboso se quejaban de que entre todos tenían compradas hasta 45 botas de vino de este dicho lugar y el fiel de las Rentas Mayores no se las quiere recibir:

“..... y dellas quieren pagar la saca a razón de como se tiene por costumbre en este dicho lugar, y Benito Martín fiel de todas las rentas mayores de este dicho lugar, en nombre de Bartolomé Martín Redondo, vecino de bonares, arrendador de por masa de todas las rentas mayores de este dicho lugar, no le quiere reçibir la dicha saca, seis maravedíe por bota que les han ynformado que tienen de costumbre de pagar en este dicho lugar, que sus alcaldes se lo manden reçibir porque ellos están prestos de lo pagar.....”

Desconocemos la razón de por qué no se quiso recibir la saca, tal vez no estuviera autorizada por el duque, pero cada mercader hubo de declarar el número de botas y depositar ante el Alcalde Juan Pinto los maravedíes correspondientes: Pedro Álvarez por 6 botas, Juan Álvarez por 17 y media, Juan Martín por 12 y media y Diego Barboso por 13, sumando en total 49 cascos y 294 maravedíes.
La abundancia de carreteros, probablemente por el activo tráfico de carbón al que hemos aludido en otras partes de este blog, motivó que muchos vecinos se dedicaran a su transporte. En 1571, Pedro Salvador, Pedro Alonso Barrera, Juan Pérez, Cristóbal Díaz Pito y Juana Domínguez Brígida, vecinos de Lucena, se concertaron con Juan de Villareal, vecino de Sevilla a transportar,

“.... con nuestras carretas, que son çinco y con sus bueyes, de os hechar enzima dellas dende la villa de Bollullos del Condado hasta las nuebe suerte, puerto y descargadero de la çiudad de Sevilla, hasta seis caminos para abajo, que no arriba, lo que fuere vuestra voluntad, dos pipas en cada carreta, por preçio de cada dos pipas llenas de vino de a dies y seis reales y medio de plata castellanos, a las quales os hemos de echar dende el biernes que  biene deste presente mes de mayo con las dichas çinco carretas hasta si acabadas de echar”.

En fechas más avanzadas del siglo XVI y XVII el comercio se mantiene en la tónica que hemos descrito. Pequeños cosecheros locales que venden le encerrado en las “lagaretas”, muchos de ellos eclesiásticos que dedican sus patrimonios a la viña, y operaciones de embarque de cierta entidad, algunas de ellas, de los municipios del entorno. Los comerciantes locales, que los hubo, y de entidad, o no poseen o no encuentran género en abundancia.

Habrá que esperar a la demanda gaditana en la segunda mitad del siglo XVII para el incremento de la producción, que continuará a lo largo de los siglos XVIII  mediante la siembra de pequeñas parcelas en baldíos y propios. En 1747 se estima una producción de 2500 arrobas de mosto, aunque en los registros de alcabalas el vino sigue ocupando el quinto o sexto   puesto en las exportaciones  de comercio por detrás del trigo, la cebada, las habas, los garbanzos y el cáñamo, y menos del 10 por ciento del valor de las ventas. 

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