sábado, 16 de julio de 2016

Lobos

En el término de Lucena del Puerto hemos rastreado al menos tres topónimos relacionados con el lobo. Dos son muy conocidos y actuales, el carril de los Lobos y los pinos de la lobera, y el tercero se ha perdido, el denominado “Poso de la lobera”,  todos ellos en los límites de los Propios y muy próximos a la localidad. La enorme superficie de terrenos baldíos de la villa de Niebla, que abarcaron históricamente desde el término de Moguer al de Rociana,  rodeados también de baldíos de Moguer y de Almonte, en lo que hoy es el territorio de Doñana, conformaban desde la edad media un vasto desierto de población en el que sólo se aventuraban pastores y carboneros. Desde la cañada real que unía Moguer y Almonte, cuya denominación local es el carril de Lobos, sólo salían dos cordeles hacia el sur, la cañada del Loro, que atravesaba el término de norte a sur, y la Rigeta, que desde Santa Catalina se dirigía a Almonte y Sanlúcar de Barrameda y conectaba con Moguer a través del otra vereda o la propia vía principal.
Camada de Lobos

“...y en todo lo demás hacia todo el sur, no hay población alguna, porque todo el terreno se compone se tierra arenosa y monte bajo, hasta que se va a dar desde aquí por lo más cerca, con el mar, distante tres leguas, y después, playa arriba, se va a dar al sitio de Sanlúcar de Barrameda que viene de Sevilla y entra por ahí en el dicho mar, y distante deste pueblo como trece leguas.”.

Las numerosas descripciones que poseemos de esta zona durante la edad moderna dibujan un territorio agreste poblado de alcornoques, acebuches y madroños, moteados de pinos. La topografía ofrece pocos recovecos, aunque la zona de los cabezos se muestra tortuosa en detalle, y los torrentes y arroyos tienden a desdibujar la unidad  de las tierras al aislar pequeños valles ocupados por abundante vegetación de ribera. La documentación más antigua del Archivo Municipal, del siglo XVI, alude a esta zona de transición hacia “las arenas” como bosque poblado de “lantisco e blanquilla, retama y bermejuela, y labiernago, y murta”, especies arbustivas que aprovechan los vecinos para leña y carbón, sin sacar cepa, ni árbol. Más al sur, en el llano,

“hasta la dicha playa es todo monte poblado de matas que llaman jaguarzos, jaras, brezos, labiérnago, escobón, aulaga, algunos madroños y lentisco, multineras, que es arrayán, en cuyos montes hay algunos alcornoques salteados y pinos, y cerca del mar muchas matas que llaman tábega y sabina. También hay en dichos montes, en muchas partes, romero”.

La presión sobre el medio de las actividades humanas parece que era escasa, tanto por el déficit de población, como por el carácter del utillaje, que provocaban que al poco tiempo todo se poblara de hierbas y arbustos que debían alcanzar un porte alto y cerrado. La inexistencia de casas de campo, la lejanía y la presencia de presas de caza hacían de la zona el hogar idóneo para numerosos lobos, que detectamos porque los cabildos le daban caza y pagaban por ello.
Los pagos a los cazadores son habituales en los archivos locales desde su origen, siguiendo prácticas ancestrales, según se cree, pero había años en que las alimañas se multiplicaban especialmente. En 1607, el Cabildo de Lucena informa que en el término y las dehesas del lugar andan cantidad de lobos que hacen daño a los ganados, acordándose que,

“cualquier persona que matase en este término y mitaçión de este lugar se le den y libren de los propios de este Consejo por cada un pellejo de lobo, tres ducados, y mandaron que se apregone....”.

El precio no era nada despreciable, alcanzando el jornal de ocho días de trabajo, lo que hacía muy atractivo el descubrimiento de camadas. No obstante, no debieron ser muy efectivos los premios, puesto que seis años después, 1613, se contrata a una cuadrilla de ceperos de Zalamea para el mismo fin:

“Mandaron y acordaron por quanto en esta tierra ai muchos lobos en las arenas, término y valdíos de la villa de Niebla, i hazen mucho daño a los ganados de los vexinos deste lugar e Juan García, vezino de salamea, sepero, se a conçertado con este cabildo de que armará los sepos que él i sus compañeros traen...... está convenido e conçertado de que por cada un lobo que el dicho Juan García i sus compañeros vezinos de çalamea tomaren e materen con sus çepos en todas las arenas, término de la villa de Niebla, de río Tinto a la salida de las arenas, se le de un ducado, el qual ducado dixeron e mandaron se le de de los propios deste cabildo, por el día de Santa María de Agosto deste presente año”.

Una prueba más de la numerosa presencia son las camadas aprendidas en 1575.  En el mes de mayo Bartolomé Pérez, vecino de Almonte, y Alonso Domínguez, tal vez de Lucena, tomaron cuatro camadas de lobos e hicieron presentación de ellos, “pagándoseles en aviendo dinero”. Tampoco se le pagó otra camada a Alonso González, vecino de Beas, comprometiéndose el Cabildo a llevar el dinero a María García. Y en el mes de junio un hombre que dijo llamarse Antón Domínguez, vecino de Valverde, trajo dos lobos que “no se le pagó porque no ay dineros”.

Estos apuros económicos, que eran los habituales de los Cabildos, azuzaron el ingenio de los habitantes de la zona que pronto buscaron remedio. Había otras formas de cobrar y ésta era práctica habitual entre particulares. En 1639 Alonso Díaz y Gonzalo Vivas otorgan 14 ducados a Antón Domínguez Alpizar, vecino de Bonares, a cambio de una “libransa del Consejo de la villa de Almonte que le dieron por siertos lobos que mató y para que pudiere sacar sepa en los montes de la dicha villa a ocho reales la carretada”, lo que equivalía a la nada despreciable cantidad de 19 carretas y 5 costales.
Las últimas referencias a lobos cazados proceden de la década de los sesenta del siglo XIX, pero dada la falta de originales por la pérdida del archivo en la segunda mitad del siglo, mucho nos tememos que continuaron hasta pleno siglo XX.  El último lobo en la comarca se cazó en la década de los sesenta en el corazón de Doñana.



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