viernes, 29 de julio de 2016

El Nombramiento de Alcaide del castillo del Bosque

A pesar de las dudas y del desconocimiento general que poseemos sobre el tema que nos ocupa, es incuestionable la existencia de la fortaleza de El Bosque y su localización en las tierras de su excelencia, la heredad y Bosque de Millares. Las referencias son escasas a pesar de que la primera mención se encuentra en las ordenanzas de 1504 respecto al pago de impuestos para su mantenimiento: 

“4. Otrosí, porque es menester para las dichas fortalezas y sus reparos cal y teja y ladrillo, mando que todo el diezmo que oviere en toda mi tierra sea para las dichas fortalezas. Combiene a saber, cada lugar que tubiere fortaleza sea el dicho diezmo para ella, e el lugar que no tubiere fortaleza, sea el dicho diezmo para la más sercana fortaleza que del tal lugar oviere. Conviene a saber, en la manera siguiente: a la fortaleza de Niebla ha de dar diezmo Almonte y Bollullos y Rociana e Veas y Valverde e Lucena y Bonares para el Bosque. Villarrasa para sí. Trigueros a su misma fortaleza......”

Conocemos también varios nombramientos de Alcaides, muy posteriores a esta primera época, y las referencias a su catalogación como Bien del Interés Cultural. Nada se añade de la existencia de la fortaleza en las descripciones que se hacen de la finca en los contratos de compra originales, ni en los contratos de arrendamientos de la heredad posteriores, ni tenemos referencias en los gastos de la casa ducal a su mantenimiento.
Tampoco conocemos, ni parece probable, la existencia previa de alguna construcción militar anterior a la adquisición de la heredad en 1488 por el duque Enrique, IV Conde de Niebla, y el último de sus moradores, a pesar de la constatación de algunas torres próximas. La única hipótesis que podemos manejar al respecto, sin ningún tipo de refrendo documental más allá de la alusión de las ordenanzas, es que la fortaleza fuese construida, remozada o reutilizada por este duque a fines del siglo XV cuando fue reconstruido el castillo de Niebla y adquirida la propia heredad.
La localización de la estructura sobre una loma desde la que se domina ampliamente el embarcadero relaciona la atalaya con el río Tinto y tal vez la piratería, como el castillo  de San Fernando de Moguer, el de Palos o las torres almenaras de la costa. Perdida esta función a lo largo del siglo XVI, la escasa información aportada por los nombramientos de alcaides, nos hizo suponer incluso un cierto carácter honorífico del cargo y la ruina del bastión, del que suponíamos habría demolido y reutilizado en las nuevas funciones de la casa grande del Bosque.
El nombramiento del Alcaide del Capitán don Juan Pinto Domonte viene a contradecir todos estos datos y aporta luz en un nuevo contexto de necesidades militares:

“En el lugar de Lusena del Puerto en onse días del mes de mayo de mil y seis y sinquenta y un años, el Capitán don Juan Pinto Domonte, natural y vecino  de la villa de Almonte, en presencia de don Gabriel Domonte y Montoya, vecino della, por ante  mi Pedro García, escribano público y del cavildo de dicho lugar, dixo que como consta de una provisión que resivió firmada del Excmo. Don Gaspar Alonso Pérez de Guzmán El Bueno, noveno duque de Medina Sidonia, y quinceno Conde de Niebla, de las sinco villas, de Huelva y su tierra y partido, Gentil Hombre de la Cámara de su Magestad, y sellada con el sello de sus armas, y refrendada de don Cipriano de la Queva y Aldana, Caballero de la orden de Calatrava, su secretario, su firma en Valladolid a veinte y uno de abril deste año. Su excelencia le hizo merced de nombrarle por Alcayde del castillo de este lugar, con voz y voto en su cavildo, y otras preminensias concedidas en la dicha provisión y título, y porque en ella se manda, que aviendo hecho juramento y hecho omenaje, según que se acostumbra, se le entreguen las llaves, peltrechos y municiones del dicho castillo. Y para que lo referido tenga efecto, lo quiere hacer poniéndolo en efecto estando delante del dicho don Gabriel Domonte, hincada una rodilla en el suelo, y teniendo las manos una junta con otra, las puso entre las manos del dicho don Gabriel Domonte, caballero hijodalgo, y dijo que hasía juramento y prestó homenaje, una, dos y tres veces según fuero de España como Caballero Hijodalgo de tener y que terna la dicha fortaleza para su excelencia el dicho Duque mi señor, y como su alcayde  la guardará y defenderá, assi en guerra como en pas, en servisio de su Magestad el rrey, nuestro señor, y la entregará y la volverá a su excelensia y a quién le fuere mandado y se recoxera en ella, y no la retendrá socor(r)os de gastos, ni provisiones, ni vestimentos que en ella y para ella obieran fecho, ni por otra causa alguna y pondrá y tendrá en ella toda la custodia y cuidado que debe poner y tener un bueno y leal caballero alcayde, so pena de traysión y alebosía, y de las otras penas establesidas contra los alcaydes que quebrantan su fee y pleito, homenaje y la fidelidad debida a sus reyes y superiores naturales. Y  lo firmaron de sus nombres los dichos don Gabriel y don Juan Pinto, a quién doy fe como yo el escribano y el dicho don Juan Pinto lo pidió por testimonio, siendo testigos  Juan Ruiz Bar(r)ientos, Familiar del Santo Ofisio, escribano de cabildo y público de la villa de Almonte, y Joseph Ximénez, escribano de Cabildo y Público de la villa de Trigueros y el capitán Juan del Alamo, regidor, y el Licenciado Francisco Juan de Cárdenas, cura, vecinos de este lugar”

Sin entrar en el arcaísmo ritual del juramento y del homenaje, la entrega de llaves, pertrechos y municiones demuestra en 1651 no sólo la existencia misma del castillo, también su conservación y su revalorización en el contexto de la guerra con Portugal (1640-1668). Los once años de guerra transcurridos desde el inicio de las hostilidades habían proporcionado varios sustos en una provincia abandonada en manos de sus escasas defensas y unas milicias locales desentrenadas y peor pertrechadas. La reactivación de los privilegios dados a los caballeros de cuantía, los pechos continuados (impuestos) y los repartos mensuales de soldados para la frontera, anotados en los libro capitulares, poco podían hacer ante la llegada de enemigos numerosos, entrenados y bien armados. Las defensas, por malas o pequeñas que fuesen, jugaban un papel fundamental en el sostenimiento del territorio y en el alojamiento y socorro que podían proporcionar a las poblaciones y a las propias fuerzas militares en caso de necesidad.
Sobre el terreno nada se aprecia hoy de la existencia de la fortaleza del Bosque, ni tan siquiera los habituales tejares que localizan tantos yacimientos arqueológicos. Probablemente se tratase de alguna estructura de tapial y refuerzo de ladrillo, tal vez con cimentación de mezcla de piedra y argamasa habituales de la época, cuyos escasos restos útiles fueron reutilizados en las construcciones de la finca en épocas posteriores. Nada sabemos aún al respecto. El tiempo, la documentación o la arqueología tal vez nos deparen aún algunas sorpresas al respecto y nos proporciones nuevas informaciones.



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