La Real Provisión de los Reyes Católicos de 1500 por la que se apodera a los frailes jerónimos
de la Luz alude expresamente a los molinos de Diego de Oyón, y más
concretamente, a “tres paradas de molinos
que son en Rio Tinto, cerca de dicha heredad de Parchilena”. No pueden ser,
pues, ni los molinos de aceite, ni el molino de viento de las descripciones del
siglo XVIII. Por la localización debieron ser molinos mareales de los
habituales en este río, al menos hasta San Juan del Puerto, puesto que los de
Niebla son de otro tipo.
Zona de ubicación del Molino de la Isleta |
Los cambios de cauces en el río, aun visibles, y el
aterramiento de sus márgenes entre los
siglos XVI y XVII acabaron por cegar a
todos ellos, que se perdieron, perviviendo algunos de sus restos. Un
arrendamiento de cañamales de 1674 por el que el Monasterio a Andrés Pérez
Mocho y Juan Caballero diez fanegas al sitio de la Ruiza, localiza la suerte,
“.....
enfrente del molino perdido y linde
con los Taraes (Tarajales), donde se incluien ocho corralillos, cuatro de a
fanega y media y quatro de a media fanega para sembar este año...”
Y no se había perdido mucho
la memoria, puesto que en otro arrendamiento también del Monasterio de 1628 es
denominado como molino de pan de la “Ysleta”,
localizando la suerte de tierra entre los dos charcos que lo abastecen. Uno de
los muros de abastecimiento de este molino y parte de la cimentación siguen en
pie, medio enterrados, en el margen del río, muy próximo a uno caminos que
conducen a Lucena.
El segundo de los molinos,
más próximo a la hacienda, creemos que se encontraba en lo que las fuentes
contemporáneas denomina la pasada de Candón, entre lo que los iliplenses
denomina arroyos del Puerto y Sequillo, y que nosotros no hemos sido capaces de
localizar. La referencia se encuentra en un acta capitular de 1861 que
transcribe una mojonera entre ambos municipios, que es copia de otras
anteriores, y la hacen los vecinos de Niebla, en alusión al noveno de ellos:
“.....
que había de encontrarse el mojón citado junto a un molino perdido, cuyo mojón aunque se renovó en mil ochosientos
treinta y nueve se habrá desecho por ser de tierra solamente”.
Los representantes de Lucena
lo niegan, entre otras cuestiones porque llevaba los límites de Niebla a este lado
del río, e incluso pensamos que podría tratarse del de la Isleta, si la citada
pasada y arroyo no se encontrasen tan alejados. Los representantes de Lucena
identifican claramente el arroyo Candón, en el lugar del Toconal, camino que va al vado,
“en
el sitio en que por su proximidad al río Tinto, tiene dos crecientes y dos
menguantes en cada día y a la hora de las mareas”
Es decir, el lugar ideal
para la ubicación de un molino mareal y uno de los últimos puntos de calado, en
las proximidades de donde ya hemos ubicado uno de los cargaderos de carbón
entre los siglos XVI y XVII. A este molino podría hacer referencia la
toponimia, ya que el al arroyo Madre de la Luz es también conocido como arroyo del Molinillo.
Restos del muro de alimentación del molino de la Isleta (Fotografía de Carlos Barranco Molina: Los puertos perdidos del Tinto: un enfoque multidisciplinar, 2012) |
Del tercero de los molinos
de Oyón no poseemos constancia en la documentación local, aunque alguna
referencia parece que se encuentra en el Archivo Municipal de Moguer en los
amojonamientos, dada la proximidad a los límites del término. En el referido
deslinde de 1861, se alude de nuevo en el mojón 11 al camino que va al arroyo
del Caballón y el Molino del Castaño, pero desconocemos el topónimo, y podría
tratarse de alguno de los molinos de Moguer, como el Balufo, que se encuentran
muy próximos a los límites del término. No obstante, en el alegato “sobre deslinde de términos de Niebla y
Lucena” del abogado Manuel Pérez Hernández, de 1847, que manejó los
deslinde antiguos del siglo XVI, XVII y XVIII, sitúa el mojón número 14, y
último, en “un altozano o samatén en las
aguas del Candón, cerca de la casa de Hollón, Altón o Ayllón, y del puente de
Cantillana”, donde también fenece el término de San Juan del Puerto.
Obviamente, no cabe duda, habla de la casa de Oyón, tal vez, el molino de Oyón,
cuyo nombre fe incapaz de transcribir de la caligrafía de estos siglos. Pese a
todo ello, hemos de admitir que la referencia tampoco es muy certera y su localización
ofrece serias dudas. Incluso podría tratarse del Molinillo que hemos citado anteriormente, ya que en esta zona el
curso del río se ha mostrado muy móvil con varios caños, uno de los cuales, en
derechura, sitúa la desembocadura del arroyo Candón, frente a la Madre de la
Luz.
No parece que ninguno de
estos molinos sobrepasase el siglo XVI y pronto los vecinos de Lucena no
tardaron en arrendar o poseer molinos en Niebla (Luceñuela, Centeno), Moguer
(El Balufo) y Villarrasa (Juan Martín, Juan Muñoz). Las actas capitulares
contienen dos peticiones de 1602 que hacen referencia a dos provisiones del
Duque:
“.....
que la una pide licencia a su señoría para hazer un molino al sitio del Palmarejo,
y la segunda, en que pide que le dé la dicha licençia en el arroyo del Caño al agua del Juncalejo. Y su señoría manda, por su
probisión, que se le embíe si ay contradiçion a ello y el perjuicio que da dar
dicha licencia viene, y a quién, y quién lo recibe, y para que mejor se sepa lo
susodicho se apregone, y vistas las dichas provisiones por los Alcaldes y Regidores
dixeron que las obedecian y obedecieron......”
No nos consta la construcción de ninguno de los dos
molinos, aunque dan que pensar los muros del Palmarejo, que pudieron ser
reutilizados, y el topónimo Molino, próximo a este arroyo. El Consejo parece
que siempre se mostró partidario de instalar molinos en los arroyos que rodean
la población, corrientes todo el año, como manifiestan en informaciones
diversas, pero no se localizan restos, ni testimonios. Es más, un informe del
Síndico del Común y Diputado de Abastos de 1774 pide licencia para almacenar 25
o 30 fanegas de harina del pósito, suficiente para abastecer el pueblo seis o
siete días, a causa de haber,
“experimentado
en el temporal del mes pasado, por razón de las aguas, el común bastantes
hambres y necesidades por causa de que los molino de este río, luego que se
llena, se aguan y no pueden moler,
además de que el camino para ir a ellos son barros que con poca agua se ponen
intransitables, por lo que aunque haya trigo sobrante en los pósitos y graneros
de particulares, como no hay prevencíón de harina, se experimentan todos los
días hambre...”
Se refiere, obviamente a los molinos de Niebla y
Moguer, ya que en esta fecha un informe posterior (1777) sigue reiterando las
necesidades, más explícito si cabe que el anterior.
“.... hay
próximos a él, como a medio quarto y uno de legua dos arroyos corrientes en
verano e Invierno, llamados el del Caño y el de Gelo, con bastantes aguas,
dizen los naturales, especialmente el primero para hacer moler un molino en
todos los tiempos cada uno; el establecimiento de estos, o al menos uno sin los
riesgos de frecuentes descomposiciones, de aguarse, y otros que suelen
ocasionarseles, que no pueden ejecutar fácilmente por ningún vecino por su
cortedad de caudales, y dificultad de compreda de tierras y otras que a ellos
serían difíciles de superar, sería tan beneficioso al pueblo, sin pérdida; si mucha utilidad del dueño, quanto que no
experimentaría las hambres y faltas de pan que suelen ocurrir en verano por
escases de agua con que muelan los molinos de Niebla donde se va a moler, y en
invierno, por abundancia de ellas, que las aguas con cualquier avenida del río,
el que quitando el paso, y poniendose además los caminos, salidas del pueblo,
por ser de tierra esponjosa y de hoxeo..... muy fatales y penosos, impiden
todos estos inconvenientes abastecerse de harina, y el pan necesario resultando
de aquí encarecerse este con frecuencia y lo peor no hallarse, como ha sucedido
en este inmediato temporal pasado y se experimentó también el verano pasado,
teniendo que ir muy lejos a moler el trigo.....”
Para este periodo sólo tenemos constancia de un molino
de viento de una piedra que se cita como propiedad de eclesiástico en el Catastro
de Ensenada y que podría ser el mismo que aparece en los registros de obras
pías y eclesiásticas del Archivo Municipal como propiedad del Monasterio de la
Luz. Parece además, dado que en el inventario de la exclaustración no aparece
ninguno de estas características, ni existe rastro actual de él, que podría
estar ubicado en las inmediaciones de la actual Plaza de Parchilena, en la zona
conocida como Molino de Viento.
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