El
testamento de Catalina Martín, de 1553, tiene poco de particular, excepto el
ruego a sus hijos varones que otorguen a Inés Hernández, su hija, y al marido
de esta Hernán Vázquez de todos sus bienes “...
a lo menos la mitad, y lo demás ruego a
mis hijos que se lo den, ansí ayan mi bendición, porque ellos son hombres y no
tienen dello neçesidad, y que el dicho Hernán Vázquez, mi herno, posea todos
los dichos bienes hasta tanto que vengan
mis hijos y que no sea despojado dellos”. Los cuatro hijos varones de Diego Alonso Borrero, Gonzalo, Juan, Diego y Jerónimo Borrero
formaban parte de los citados en las escrituras como ausentes en Indias,
apareciendo en las listas de embarque de la casa de Contratación y en
documentos posteriores.
Grabado del puerto de Sevilla |
Los
primeros en emigrar fueron Diego Alonso
Borrero y Juan Borrero, que
aparecen como comerciantes en 1534, con destino al Perú, en la nao de Bartolomé Alonso con mercadurías. Obviamente se
trata del padre, pero en la misma relación
y pasaje, aparecen el abuelo, Bartolomé
Rodríguez Ficallo, y Alonso Fernández Caballero, probablemente también
pariente, aunque de este último carecemos de toda referencia. Al carecer de
ficha de familia, por la antigüedad de los registros, Juan podría ser hijo o
hermano de Diego, pero nos inclinamos por la primera posibilidad por la
numerosa prole del padre del que nos constan al menos siete hijos y un posible
matrimonio anterior, del que tuvo al menos, un hijo. Entre 1534 y 1553 emigró
el resto de los varones y probablemente se asentaron allí, puesto que carecemos
de noticias posteriores, excepto de uno de ellos. Diego Alonso Borrero aparece
en algunos contratos de comercio en 1587, en concreto ventas de marranos, y un
Juan Borrero compra también mercadería y carbón a principios del siglo XVII,
pero no sabemos si es el mismo.
Jerónimo Borrero, por el contrario, mercader de todo género de
mercadurías en las Índias, reaparece en Sevilla
en 1579 para manifestar ante la casa de Contratación una cargazón de 372.000 maravedíes de su
propia cuenta, para “las llevar a la provincia
de Tierra Firme a las bender e
benefiçiar en ella”.
Las
mercancías cargadas en la nao Trinidad incluyen el siguiente
género:
“Dos quartos de Vino
Quarenta arrobas de azeite
Quatro quintales y una arroba de jabón
Ciento y cinquenta hachas y siete
dozenas y media de calavozos
Un cofre pequeño y un marco y un peso
Cinco fardos de .....
Un fardo de ruán
Dos pieças de gantes
Quintal y medio de higos
Siete arrobas de pasa
Doze botijas de azeitunas
Trese almudes de almendras
Trese almudes de avellanas
Dos mil y quinientas nueses
Cien libras de hilo galludero
Dose pares de estribos
Sinquenta pares de hervillas
Dos libras de cardenillo, dos de
albayalde, una de alumbre
Seis libras de hilera
Tres libras de açafrán
Dos libras de clavos
Dos libras de canela
Dos libras de pimienta
Seis mil alfileres
Dos resmas de papel
Veynte declas de quchillos (un tipo de cuchillo)
Dos dezenas de pares de tijeras
Dos guelcas de trompas
Una pieça de olanda blanca
Cien declas de quchillos
Otra pieça de olanda blanca
Veynte y una baras de vengalas
Quatro libras de hilo casero
Tres libras de hilo portugués
Dos dozenas de talabartes
Dos dozenas de cordobanes
Dos dozenas de borreguillos
Mil y quinientas agujas
Doze tocadores de holanda
Veinte y quatro pares de chapines (tipo de zapato)
Diez onzas de solimán labrado
Sesenta y seis camisas
Doze fruteros (pañuelos)
Las quales dichas mercaderías suman y
montan como parece por el registro original trecientas y setenta y dos mill y
quinientas y noventa maravedíes.....”
Jerónimo
se nos presenta como mercader de 48
años, soltero y vecino de la Isla de
Gran Canaria, lo que no deja de sorprender en el periplo de la familia. Obviamente,
no era uno de los grandes cargadores de Indias, se parece más a lo que hemos
llamado en otras ocasiones los cargadores de río, el particular género de tratantes de la ribera del Tinto, que
lo mismo compra pescado, comercia con telas o vende carbón. La mercancía
consignada ronda los 1000 ducados (996 ducados o 10958 reales), una pequeña
fortuna a nivel local que incluye prácticamente las mismas mercancías que se
mercaban en esta zona, productos agrarios, los propios de Lucena en esta época,
telas y vestidos, especias y productos de metal, además de jabón, papel y
alguna talabartería.
Como
todos los cargadores que pretenden embarcar hacia Indias tuvo que presentar un
expediente de averiguación con testigos de que tuvo que demostrar que, tanto él,
como sus padres, eran cristianos viejos, estaban legítimamente casados y no
eran descendientes de moros o judíos, o habían sido penitenciados por el Santo
Oficio. Por este expediente, que se inició en 1575, conocemos a todos los
ascendientes de la familia y tenemos hasta una descripción del individuo:
“ques hombre de quarenta y ocho años,
poco más o menos, y es hombre de buena estatura, empollado en carnes, que toca
en canas y tiene un diente menos de la boca de los labios delanteros de arriba
y tiene una señal de ferida en la cabeza del lado yzquierdo junto a la frente”
Concluido
el expediente, aún tuvo que presentar dos testigos de no haber sido
penitenciado después de hecha la probanza, y de cómo es soltero y no sujeto a
religión. Parece que finalmente embarcó, y como el resto de sus hermanos, no
tenemos noticias de que regresara.
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