viernes, 13 de octubre de 2017

La era de San Sebastián.


El 7 de marzo de 1862 la corporación municipal presidida por d. José María Gómez informa que ese año no se había presentado ningún devoto voluntariamente a desempeñar la función de Mayordomo del Patrón San Vicente, ofreciéndose el Cabildo, asociado al señor cura don  Manuel del Catillo, a ocupar el puesto. En 1860 ya hubo problemas con el que parece fue el último de los mayordomos de los que tenemos constancia, d. Rafael de Mora, que a decir de los capitulares omitió el refresco de las autoridades, pese a la cuantiosa limosna. No obstante, en la fecha el hecho debía ser excepcional, mostrando los señores presentes preocupación en cumplir “con el fausto correspondiente” la Función de Iglesia y nombrando el habitual depositario de limosnas, en el Concejal Jerónimo Pulido, e Interventor, en el secretario Rufino López de Castro. Sin embargo, en el transcurso de la sesión intervendrá el también Concejal Manuel Borrero, ofreciendo la colaboración de su hermano José Borrero Herrera, devoto del patrón que ofrece:

Altos de San Sebastián en su aspecto actual.

“hacer dos heras (sic) para el servicio común de vecinos pobres de esta villa, situándolas con todas las comodidades necesarias en el sitio nombrado cabezo de San Sebastián con el fin de que el Ayuntamiento, en el caso de acceder a ello, pueda establecer reglas productivas en beneficio de la función que cada año se lleba (sic) a efecto en su solemnidad, y siendo de su cuenta, cargos y riesgos todos los gastos que les ocasionen este proyecto”

El Pleno desde luego autoriza el proyecto, e incluso en beneficio de los pobres pegujaleros para el próximo verano, establece que las eras se formen por vía de limosnas a razón de medio almud de trigo, cebada o centeno hasta diez fanegas de trilla que se saquen en limpio y un almud de diez para arriba.

Sin lugar a dudas la ubicación era la mejor posible por la marea que viene del sur, ideal para aventar los cereales, pero llama la atención la ubicación sobre tierras que aunque fueron “exido” de la localidad y corral del Consejo, no tenemos constancia de que fueran tierras municipales, sino de la Misericordia y de particulares. Y al menos una de estas eras, o lo que quedaba de ella, se situaba frente a una cancela de hierro que poseía la finca hasta no hace mucho y seguro que recordarán las personas mayores. Más cercana en el tiempo, otros recordarán que en la Plaza de Toros se ubicó otra de ellas y se realizaban labores de trilla también habituales. Era lo propio de los pueblos.

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