martes, 13 de marzo de 2018

La reclusión del poeta Juan Nicasio Gallego en Parchilena.


Poseemos numerosas referencias a la reclusión del poeta Juan Nicasio Gallego en el Monasterio de la Luz durante unos meses (desde septiembre de 1816), como consecuencia de su actividad política en las Cortes de Cádiz. Según la edición de su obra poética publicada por la Real Academia Española esta dedicación y sus convicciones liberales le llevaron a una condena de dieciocho meses en una cárcel pública y el confinamiento, dada su condición de eclesiástico, en la Cartuja de Jerez, cuatro años, desde donde fue trasladado “a petición suya por enfermo, al monasterio de la Luz junto a Moguer, y pocos meses después al convento de Loreto, en el Aljarafe de Sevilla a dos leguas de esta ciudad”.

Semblanza del Heraldo de Zamora
No de ja de ser paradójica esta reclusión, ya que fue nuestro monasterio uno de los suprimidos por las Cortes en 1812, consecuencia en parte de la labor de Gallego, y restituido en 1814-15, tras la vuelta de Fernando VII, que ya no era tan “deseado” y comenzaba a ser conocido como el Molesto.
A pesar de que publicó muy poco en vida, al parecer por su falta de interés, lo que ha ocasionado mucha pérdida de originales, es considerado uno de los grandes poetas neoclásicos y pre-románticos. Fue amigo de Meléndez Valdés, Quitana y Álvarez de Cienfuegos, además de académico de la Lengua, sillón, Q, diputado sustituto por Zamora en Cádiz, y senador del reino, tras su rehabilitación. Militó en el campo liberal participando en la redacción de la Constitución de Cádiz, en cuyos debates intervino activamente y en ocho comisiones, entre ellas la de libertad de imprenta.
La mayor parte de su obra se ha conservado en forma de manuscritos o recopilaciones posteriores a su muerte, destacando la selección titulada “Obras poéticas de Juan Nicasio Gallego, secretario perpetuo de la Real Academia Española; publicadas por la misma”, fechada en 1854.
De la época de su estancia en el Monasterio data el soneto XVIII del libro A un barrilito de vino de Jerez que me regalo una señora (que tal vez escribiera aquí):


Jugo divino, honor de Andalucía
Y envidia del flamenco y del britano;
Tú por quien el Olimpo soberano
Torciera el gesto al néctar y ambrosía;
j Cuál me colmara el verte de alegría
(Más que con Hebe Júpiter, ufano)
Si á henchir mi copa con su blanca mano
Se hallase aquí la hermosa que te envia I
El rubio Febo en sus collados tiene
Puro cristal: mi labio lo rehusa,
Que á tan helados sorbos no se aviene.
Sé pues mi numen tú, y ella mi musa,
Y al diablo doy los brindis de Hipocrene
Y el chorro de Castalia y de Aretusa.




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