La
llamada guerra de África o Primera Guerra de Marruecos (1859-1860)
despertó un amplio ardor patriótico por toda nuestra geografía que tuvo su reflejo
en la Prensa y en la documentación oficial de la época. Esta primera guerra
colonial en estas tierras se inició con uno de los habituales ataques de las
tribus rifeñas a Ceuta, que fue aprovechado por el Gobierno O´Donnel para
mejorar la imagen exterior de España, y beneficiarse políticamente del ambiente
generado.
Publicación del BOPH con la lista del donativo para los muertos en la Guerra de África |
El
castigo a los culpables, que ofreció el sultán de Marruecos, no pareció
suficiente al gobierno español. Un cuerpo expedicionario de 45.000 hombres
inició la invasión por Ceuta en Diciembre, y aunque se trataba de una expedición
mal pertrechada, preparada y dirigida, bastó la superioridad militar española
que concluyó, cuatro meses después, con la toma de Tetuán y el tratado de
Wad-Ras. El número de bajas españolas se cifró en 4.000, aunque la mayor parte
de ellas no lo fueron en combate.
Una
ola de patriotismo y ultranacionalismo recorrió nuestro país de norte a sur. Desde
que estalló la guerra, el Boletín Oficial de la Provincia de Huelva (BOPH)
publica numerosas donaciones de particulares. El número 22 de 20 de febrero de
1860, continuando la lista de donativos hechos para la curación de los heridos
de la guerra, contiene la relación de otorgantes de Lucena del Puerto de 2 libras y 29 onzas de hilo y 20 varas de vendajes, 129 arrobas de vino y lo que es más importante, 1620 reales para “el soldado, carabinero o Guardia Civil que se inutilice en la guerra
de África, o para su familia en caso de muerte”.
Las
actas del Ayuntamiento de este año prácticamente no aluden a la guerra. El
único acuerdo al respecto es la compra de la obra Crónicas de la Guerra de
África de Emilio Castelar, ilustrada con
láminas de gran tamaño por José Vallejo, "que se haya en el teatro de
operaciones". Los ocho números mensuales, con un coste de 18 reales, contribuirán
en las actuales circunstancias, según la corporación, a
“recoger los hechos y consignar las glorias
que alcance nuestro ejército y el pueblo español en las guerras comenzadas, conservándolos
en el archivo de esta municipalidad para que en todo tiempo muestre a los
vecinos de esta villa las hazañas de sus hijos, los sacrificios del pueblo y
para que les sirva de lección, asentando el sagrado deber de defender a la
patria”.
El
BOPH número 48 de 20 de abril consigna la creación de una comisión en Lucena
para los hijos que se inutilicen en la guerra compuesta por el Alcalde, el
cura, el médico y varios concejales, pero la guerra terminó a finales de este
mismo mes. Habrá que esperar hasta agosto de 1862 para que el Gobierno Militar
de la Provincia, a través del BOPH, cite al soldado Lucenero licenciado Juan Martín Macías para recoger una
cédula y una medalla remitida por los jefes de su cuerpo. Los
acuerdos de quintas de estos años no recogen los sorteos y los cupos. De los
muertos y la suscripción, nada sabemos hasta finales de 1863, en que el secretario
municipal recoge una misiva del Ministro de la Gobernación de 29 de febrero de
1860, comunicando la siguiente Real Orden:
“La
reina, que Dios Guarde, se ha enterado de la comunicación de V.S. de fecha
11 del actual, participando que varios vecinos de Lucena del Puerto ofrecen mil
seiscientos veinte reales para socorrer de soldados, carabineros o Guardia
Civil de dicha población que se inutilicen en las guerras de África, para sus
familias en casos de muerte, y de no alcanzar esta diligencia a ningún de
ellos, para que sean entregados al más imposibilitado que haya en la provincia
procedente de dicha campaña y he tenido a bien mandar de V.S las gracias en su
Real nombre a las expresadas vecinos por tan patrióticos desprendimiento, lo
que traslado a V. para conocimiento y satisfacción de los vecinos que han
contribuido al donativo de que se trata.....”
La
corporación queda enterada y consiga en el propio acta los patrióticos ofrecimientos
publicados en el boletín para “nuestras glorias
de armas”, copiando, a continuación, la lista de los suscriptores de vendajes
y de vinos, en este último caso, haciendo constar que “los entreguen U.S. a las
autoridades militares del distrito para el destino que proceda, dando cuenta a
este ministerio de haberlas verificado” ,..... ! dos años después de finalizada la guerra ¡. A continuación, toda vez que se ha
dado el caso previsto en el donativo de los 1620 reales,
“... por haber fallecido el soldado Vicente Molina Herrera, del Regimiento
de Infantería del Príncipe, número tres, el veinte y seis de diciembre de mil
ochocientos cincuenta y nueve, de resultas del cólera morbo, perteneciendo al ejército de África, en el hospital
militar de Ceuta, dejando a su madre, Joaquina Herrera Macías, viuda y pobre,
vecina de esta villa, por cuyo cupo fue
soldado el expresado su hijo, y Nicolás Arozarena Macías, soldado por el cupo de esta villa, de la
tercera compañía, del primer batallón del Regimiento de Infantería de San
Fernando, número once, muerto también el veinte y cuatro de enero de mil
ochocientos setenta en el hospital militar de Málaga, enfermedad de cólera morbo, pertenecientes al ejercito
de África, dejando a la vez a su madre Vicenta Macías Ramírez, viuda y pobre.....”
Según
las órdenes comunicadas por el gobernador Militar de la Provincia en agosto de
1861 correspondía a la familia de cada uno de ellos una pensión anual de 730
reales, el llamado precio de la sangre
de los reclutas del cupo, estipendio determinado por la Ley de Recompensa Militar,
que aunque nos resulte paradójico, establece las condecoraciones, méritos y medallas,
por un lado, y los correspondientes haberes y pensiones militares por otro. El
municipio, por su parte, nombra al Alcalde como comisionado para formalizar el
donativo, y luego de verificadas las muertes, hacer entrega en acto público de
la mitad de los expresados 1620 reales a cada una de las madres, y comunicar
extremo, en seis días, al Gobernador Civil. Un decreto de Alcaldía, copiado en
actas, establece los derechos “a Joaquina
Herrera, por el recibo de la mitad del donativo, y la partidas sacramentales de
defunción, que asimismo se lo da a Vicenta Macías, para que en todo tiempo
conste y obre sus efectos”.
La
sangre de los hijos de las clases sociales menos desfavorecidas regó
ampliamente las tierras africanas, aunque en esta campaña el cólera mató más que
las balas rifeñas. Con la Ley de reclutamiento en la mano las clases poderosas
quedaban liberadas del servicio militar mediante una cantidad de dinero, la redención en metálico, la
sustitución hombre-hombre o los seguros
de quintas que a partir de mediados de siglo avalaban las propiedades de
los no tan ricos. En 1859 costaba redimirse unos 6.000 reales, por lo que sólo
los jóvenes que no contaban con medios suficientes acabaron pisando el Rif y
componiendo los cupos de las villas.
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