El bosque y hacienda de Millares, la
actual Hacienda de San Agustín, es sin lugar a dudas la finca más antigua y
documentada del Condado de Niebla.
Anuncio de subastas de arrendamiento del Bosque de Millares en Lucena del Puerto. |
Situada en una encrucijada de
caminos de la tierra llana, el límite oeste de la finca cabecea con el camino
viejo de Sevilla, el puerto de Lucena y la cañada de las Tablas hacia Niebla.
Un cordel de la cañada de las Marismas, o camino Almonte, la atraviesa de oeste
a este en dirección a las “playas de
Sanlúcar” y la conectan, a través del moderno camino Forestal de Santa
Catalina, con la vereda del Loro hacia Mazagón, la Rigeta hacia el Rocío y el cordel
del Tinto hacia Niebla. Al sur de la campiña de Huelva, el referente toponímico
y físico es El Bosque.
Históricamente, la heredad de
Millares pudo ser, por la proximidad a la villa de Niebla y la extensión de la
finca, una casa de recreo de los reyes taifas o las reinas moras de Ibn Mahfuz,
como gusta a la sabiduría popular. La conquista cristiana la otorgó en el
repartimiento como donadío, es decir, respetando su integridad, y así aparece
citada en un pleito de los Alcaldes entregadores de la Mesta de 1385, precisamente por ampliar sus límites entre
Lucena y Bonares a costa de las tierras concejiles.
En 1455, Álvaro de Cueto y su mujer,
que la hubieron de Rodrigo de Cueto su hermano,
la venden a Bartolomé González del Puerto por 52.000 maravedíes. La
heredad se compone ya de la casa principal, la casa vieja como es conocida, bodega,
lagar y molino, y varias aranzadas de viña y olivar, además del bosque original
de alcornoques, y una cabreriza situada en los límites de las dehesas
concejiles con las que competía.
En 1488 la adquiere Don Enrique de
Guzmán, II duque de Medina Sidonia y IV Conde de Niebla por 250.000 maravedíes,
según cuenta la leyenda para su esposa, doña Leonor de Rivera y Mendoza, hija
del Conde de los Molares, con la que casó en 1463. Nada, o casi nada, sabemos
de las razones de esta adquisición, que continuará siendo un misterio, pero
esta época corresponde con el activo corregimiento en la villa de Niebla de Don
Diego de Oyón, adquiriente de la próxima heredad de Parchilena y cofundador del
Monasterio de Santa María de la Luz, según la documentación conservada con
artes dudosamente legales y en tierras
pertenecientes al “antiguo Condado”. Los
más viejos del lugar, por el contrario, cuentan que la condesa gustaba
especialmente del bosque de alcornoques próximo a la “casa grande”, y hay quien
dice que aún hoy, las noches de luna clara, se la puede ver llena de melancolía
cerca de la pila, su sitio preferido.
A su muerte, ningún miembro de su
casa volvió a habitar en El Bosque. No obstante, su hijo, Juan, III duque de
Medina Sidonia, edificó la fortaleza del mismo nombre, de la que aún quedan
vestigios, a la par que sigue manteniendo una decena de esclavos varones en la
casa, entre ellos a Francisco Vellerino, el enigmático hombre “que da de comer a los leones”. Entre
los siglos XVI y XIX poseemos constancia de los arrendamientos de pastos y las
tierras de pan en los libros de cuentas de la casa ducal, se sigue nombrando
alcaide de la fortaleza, probablemente un título honorifico dada su falta de
mantenimiento desde el siglo XVII, y se nombran esclavos de mantenimiento
y administrador de la heredad hasta mediados del siglo XIX. En 1610, por
ejemplo, se arrienda por ocho años a Domino García Coronel, vecino de Bonares,
por 150 ducados anuales (1650 reales). En 1740 el arriendo lo hace José Ruiz y
Francisca de Cabrera, también por ocho años, cuatro de cosecha, por 312 reales y medio anuales, aunque en
esta caso parece que se trata sólo de las tierras de pan y no el bosque. La
dehesa, entre e fines del siglo XVII y principios del siglo XVIII, asentó
bueyes propiedad del Duque que eran traídos desde Almonte para su posterior
venta.
En el siglo XIX, en la propiedad del díscolo XIII Marqués de
Villafranca, y XVII duque de Medina Sidonia, sospechoso de simpatías carlistas
y exiliado en Nápoles, la heredad fue secuestrada por el patrimonio el estado y
administrada por la Intendencia provincial de rentas al menos entre 1841 y 1864.
El perdón del Duque en 1851 no le devolvió inicialmente todas ellas, pero a
partir de esta fecha se produjo el retorno de sus antiguos propietarios que la transfieren a la familia Urzaiz, propietaria a la su vez de
la Hacienda de la Luz, y posteriormente a sus herederos, los Pérez de Guzmán.
Las últimas referencias que poseemos, previas a la posesión de la familia Velo,
es la administración de la propiedad en nombre de la familia por José Pérez de
Guzmán, y el reparto de la misma entre este y su hermana Teresa, que a la
postre la heredaría por la temprana defunción del primero en 1930.
Olivos centenarios y alcornoques
mantienen intacta la riqueza de esta heredad, hoy ampliada con una moderna
explotación de moras en las antiguas tierras de pan. La combinación de sus
aprovechamientos, al modo tradicional, sitúa las tierras de pan en el llano,
próxima a los arroyos, el olivar en las lomas suaves de la campiña y el
alcornocal en el escarpe de la llamada meseta del Condado, que hace de balcón
al Tinto y la villa de Niebla. Esta ubicación privilegiada genera un paisaje de
un gran dinamismo; la campiña se funde
con las arenas y una vegetación natural muy bien conservada. No es difícil
localizar entre los alcornoques centenarios, acebuches, madroños, moreras,
álamos blancos, fresnos, árboles de rivera y algunas encinas vicarias. El búho
real, las diversas especies de lechuza, el aguilucho cenizo, el cernícalo, el
milano y otras rapaces comparten espacio con jilgueros, verderones, abejarucos,
carboneros, golondrinas, o las elegantes cigüeñas…. el meloncillo, el zorro, la gineta, la
víbora, el sapo, el galápago o la salamandra son residentes habituales de este
espacio singular y único, y se han visto en sus inmediaciones nutrias, jabalíes
y ciervos y multitud de anátidas y aves limícolas en tránsito hacia
Doñana. El escurridizo lince ha habitado
durante años los bosques y cauces de arroyos
próximos y seguirá haciéndolo en los años venideros.
Bastante bien desglosado profesor, te invito a montar una sociedad cultural; no sería mala idea.
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