Los luceneros ya conocían el cólera por la epidemia
de 1833, pero su pasó por nuestra localidad fue benigno y no provocó los
estragos de otras poblaciones. En 1855, sin embargo, la cosa cambio y por
primera vez aparece en el Archivo Parroquial una lista de "individuos que se han muerto sin aberse hecho
entierro" que vienen a
confirmarnos la extrema rapidez de los sepultamientos y a gravedad de la enfermedad.
La
amenaza no era nueva. Desde 1853 llegan avisos desde Cádiz, ciudad con la que se
siguen manteniendo intensos contactos locales, y Ayamonte, que motivan las
primeras medidas del Gobierno Civil y la Junta Provincial de Sanidad en locales
y centros públicos. Este año se registra ya un caso de cólera aislado a finales
del verano y se silencia la causa de muerte en diez defunciones que se
convierten en muy sospechosas, aunque la llegada de los fríos otoñales alejó el
peligro. Las prisas en la ejecución del nuevo cementerio municipal coinciden
con la cronología de los contagios, admitiéndose ya en estas fechas que no es
posible continuar los enterramientos en la parroquia o la Misericordia por
falta de capacidad y por sanidad.
De
nuevo en el verano de 1854 se proclama la enfermedad en Ayamonte y Huelva, y se
sospecha de San Juan del Puerto, pero de nuevo se contuvo.
En
junio de 1855 afecta ya a Lucena y se
reconoce su existencia en Palos, Moguer, Villarrasa, Bonares, Almonte, Rociana,
y Bollullos Par del Condado. De las setenta defunciones registradas ese año, 39
serán muertos de cólera reconocidos (otras muestran los síntomas y no lo están),
pero la mayoría de los registrados son adultos y adolescentes, lo que nos hace
sospechar en extremo de los datos globales.
Las
defunciones presentan un perfil clásico del cólera, con una concentración en
los meses cálidos, que se prolonga si se alarga el verano, y que se acaba con
la llegada de los fríos otoñales. Sin embargo, estamos seguros que debieron ser
más porque la población más afectada suele ser, precisamente, la infantil,
especialmente los párvulos, y dentro de ellos el grupo de menores de 3 años, de
los que debieron escapar muy pocos. Aplicando nuestros conocimientos actuales
de la enfermedad, y teniendo en cuenta las condiciones de la época, estamos
seguros, que el número de defunciones debió cuanto menos duplicarse, rondando
con toda seguridad el centenar de individuos.
Las
prisas por ocultar la enfermedad y evitar los terribles cordones sanitarios,
que cortaban toda comunicación con la localidad y colocaban guardas para impedir la entrada y
salida de la población, motivaron la publicación en el Boletín Oficial de la
Provincia de Huelva el siguiente anuncia de fecha 3 de agosto:
“733. Sanidad. Negociado número 3.
Circular. Gracias a la divina misericordia, el cólera-morbo asiático ha desaparecido completamente de las
poblaciones de Lucena del Puerto, Moguer y La Palma. En acción de gracias
al Todopoderoso, según partes recibidos en este Gobierno, se ha cantado un
Tedeum el día 22 del presente en las dos primeras, habiendo tenido en la última
el mencionado acto religioso, en 24 del mismo. Lo que con la mayor satisfacción
me apresuro a poner en conocimiento de los habitantes de esta provincia. Huelva
26 de junio de 1855. Juan Montemayor.”
Obviamente,
aunque el anuncio es de Agosto, el tedeum de acción de gracias se realizó el
mes de junio, precisamente cuando la enfermedad iniciaba el ataque y se
producían las primeras muertes. Aunque en diciembre de 1855 el Gobernador Civil
dio por extinguida la enfermedad en nuestra provincia, aún se contabilizaron en Lucena cuatro casos más en 1856 y otros cuatro en 1857, amén de las habituales
defunciones sospechosas en los que no se reseña causa mortis y los habituales entierros precipitados. De nuevo, la mayoría de ellas, siguen siendo de
adultos.
El
periódico La época de 8 de julio de 1856, en su página 3, informará de la
concesión por la Reina Isabel II de la Cruz
de Comendador de Isabel la Católica a don José Martín, párroco de Lucena del Puerto,
por “los servicios temporales y
espirituales prestados durante la epidemia de cólera morbo que afligió a la Península
los años de 1854 y 1855”. Desconocemos cuales fueron esto servicios.
Pendientes
aún del estudio de la demografía de los últimos cuarenta años del siglo XIX,
parece que el cólera nos visitó en dos ocasiones más. En el estudio de las
causas de muerte de este siglo, el cólera ocupa el tercer lugar de las conocidas por detrás
del tifus y el paludismo, ambas si bien no erradicadas en la segunda mitad del
siglo XIX, muy disminuidas en virulencia, por lo que los dos accesos aún pendientes tal vez eleven esta enfermedad al primer puesto.
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