En
las arenas, hacia la parte de la mar,
todo son conflictos. Son los baldíos,
comunales de los vecinos de la villa de Niebla y, según las fuentes, término
alcabalatorio y jurisdiccional de Lucena del Puerto, que comparte los
aprovechamientos con vecinos de Rociana del Condado y Bonares. La falta de
tierras en Moguer para “rozas”, y los
mayores problemas sociales, habían motivado entradas de vecinos moguereños en
los baldíos que tenían muy sensibilizados a los regidores locales de los tres
municipios.
Grupo de agricultores sembrando. |
A
mediados del siglo XIX, son varias las denuncias y quejas que se reiteran en la
documentación local. No obstente, nada se asemeja a los problemas del año 1846, cuyo
resultado califican de “escandaloso
destrozo”. El informe al Gobernador Civil de la Provincia del primer edil
lucenero reseña que “se ha notado la
falta de 332 árboles y 414 varillas de alcornoque, con 336 pinos cuyo destrozo
es hecho en los años de 844 y el anterior de 839”.
Estos
hechos, y las continuas tensiones, debieron pesar en la búsqueda de algún tipo
de consenso, obteniendo el consentimiento de Jefe Superior Político de la
provincia para otorgar “rozas” a
moguereños en los sitios del Cerro de las Candelas y el Corchito. Señaladas
sobre el terreno las parcelas en este último sitio por el concejal de Lucena
del Puerto Diego García y el Guarda de Marina,
“Al llegar a sus inmediaciones vemos
como un pelotón de gente armada que sirculavan por medio del término señalado
para dicha (rosa) y efectivamente apresando los labradores que
llevavan, y llegaron al sitio, y se encontraron con que los gobiernos de Rociana,
con el auxilio de un considerable número
de hombres armados con escopetas venían en (intención) de conducir presos a los vecinos de Moguer,
y a cualquier otros que allí se encontraran, a cuyo efecto ya habían dado sus
disposiciones y hasta tenían varios de los mismos herramientas con que
trabajaban apresados con sus mismos dueños......”
Continúa
el Concejal, que hace de testigo, que sólo la presencia de él y el Guarda, les
detuvo. En el mismo acto, informó al Alcalde de Rociana que estaba en su término y le conminó a
no intervenir, advirtiéndole que mal andaba trayendo gente armada para obligar. En esto,
según el relato:
“uno solo de los muchachos de Moguer
dijo, hablando entre ellos mismos, dijo pues yo no boy preso, cuya expresión oída
por el alcalde de Rociana, le dijo V. es hecho aquí, y disiéndole que no le
había hechado, le dijo el Alcalde de Rociana pues ahora va usted preso, y
contestando el de Moguer que él no hiba preso, y al mismo tiempo diciéndole el
regidor Diego García que porqué había de amarrar a aquel hombre, cuando no daba
motivo, ni tenía autoridad para ello, consciente de no estar en el término de
su jurisdicción, a lo que el dicho alcalde de Rociana dio una voz a los suyos
diziendo armarse y amarrar, y al
momento desplegáronse en vate(ría) y prepararon las escopetas, e hicieron armas contra el Regidor, Guarda
de Marina y más de cuarenta hombres vecinos de Moguer que se
hallaban al presente de los cañones de las escopetas con que los apuntaban, en
ademán de hacer fuego, que a no ser por uno de las mismas escopetas que,
conbenido de las desgracias que pudieran ocurrir, se puso de por medio, y con
voces, y en el medio de su escopeta dezía a los otros levantaran las suyas......
y el guarda de marina que a voces le dezía sortaren (sic) esas
escopetas, sujételas V. que vamos a tener una desgracia, con cuyas reflexiones
y otras muchas que se le hicieron en un acto tan crítico, el Alcalde se
aproximó a ellos y le mandó bajar las escopetas, quedando solo entre ellos
cuestiones acaloradas, sin vencer el regidor con reflexiones que hizo al Alcalde, haciéndole (responsable) de todos los
daños que allí pudieran ocasionarse; durante dichas reflexiones muchos de los
tiradores de Rociana se marcharon sin mediación de nadie y los que quedaban,
pidiéndole el alcalde se retiraran, marchándose después el alcalde con otros
varios que le acompañaban....”.
Los hechos del Corchito ocurrieron el 3 de noviembre de 1846 y el alcalde de Lucena pidió al Gobernador Civil el más severo castigo a tamaña ocurrencia, “que tanto pudo comprometer la tranquilidad pública de este vecindario”. Sin embrago, este incidente constituía el culmen de otros anteriores y posteriores, destinados a reclamar la posesión jurisdiccional de los baldíos. El 18 de agosto de ese año se llevan preso al vecino de Lucena Vicente Ojuelos
Garrocho, que hacía carbón en el sitio de los Huelos (¿vuelos?), y el mismo día que ocurre lo del Corchito, apresa a cinco trabajadores
que estaban rozando el sitio del Corchuelo.
Continúan
dos años sin noticias, y tal vez estuviera formada una Comisión Conciliadora constituida por las autoridades provinciales con la participación del Perito Agrónomo de la provincia que no llegó a nada. En
cualquier caso, de nuevo el 2 de agosto de 1848 la villa de Rociana detiene a
Manuel Márquez y otros vecinos de Moguer por rozar el monte en el sitio de la
Palomera:
“suponiendo que entre el término de
Almonte, Moguer, Rociana, Bonares y este pueblo, existe una porción de terreno
que se extiende hasta las arenas del mar, y que cuyo terreno, como propio de
aquella villa, Bonares, Niebla y este pueblo, están destinados al pastazgo y
abrigo de los ganados de dichos pueblos por ser comunero, tanto en pastos como
en jurisdicción y que como ninguno de dichos pueblos era dueño exclusivo del
citado terreno”.
Pese
a todo, en el mismo escrito elevado al Jefe Político Provincial se manifiesta
que, con su permiso, las rozas siguen sembrándose sin que nadie las interrumpa
en aquellos sitios de su jurisdicción, “quieta
y pacíficamente”, y se pide el deslinde de términos con Rociana. No
obstante, el conflicto continúa. Una carta de respuesta Alcalde de Lucena al de
Rociana del día 6 de agosto, confirma la persistencia del problema:
“veo con disgusto su oficio de fecha del
día cuatro recibido aller con propia, que solo se obtiene en contenido su
propósito, sino también el desprecio que se hace a mi autoridad, no solo por
sus amenazas, si no es por violencia con que quieren entrarse en todo este
terreno sin más razones que la de desir ser de esa jurisdicción..... Lucena
está en su derecho para en Justa defensa oponerse a su determinación (pero sin
otorgarse atribuciones que no sean propias de esta jurisdicción).”
En
otros escritos paralelos al anterior, se manifiesta que por tres veces se ha
pedido a la villa de Rociana que señale lugar para roza sin resultado. En
septiembre de este año se pedirá
autorización al Jefe Político para empanar los terrenos del Verdinal y Gago, y en noviembre el
concejal del ramo le informa de que tiene “acopiadas
40 fanegas de piñón y sembradas 32, y las restantes va a sembrarse tan luego
estos vecinos concluyan la sementeras” .
Los
trabajos de la Comisión Conciliadora continuaron en 1850 con la propuesta de dividir
los terrenos por la mitad, rechazada por Lucena, y el nombramiento de
comisionados. No sabemos si estos hechos motivaron que se apresurara el
deslinde de términos retomando según Pérez Hernández (1847) los acuerdos de la “primera época constitucional” que atribuyeron la jurisdicción, que no la
propiedad, a Lucena del Puerto. Entre 1849 y 1854, según la documentación
local, se iniciaron los deslindes y amojonamientos con las villas de Rociana y
Moguer respectivamente, sin que este hecho interfiriera en el conflicto
anterior. En la partición con ambas villas no se produjo reclamación alguna,
situándose ambas lindes donde estaban las mojoneras viejas y actualmente se
encuentran. Las mediciones serían finalmente retomadas a finales del siglo XIX,
1897, según nuestras fuentes para restablecer los mojones y levantar el mapa.
Entre ambas fechas extremas 1849-1857 son ya los
guardas de campo de Lucena los que denuncian las entradas de los vecinos de
Moguer en esa lejana parte de la mar. Pese a la pérdida de originales, en 1863,
por ejemplo, denuncian que un tal Juan
Acuña que dice ser guarda y
vecino de Moguer, ha roto el camino de la mar desde el Charco de los
Portugueses hasta el pico de las Cosechas comandando un grupo de vecinos. Las entradas continúan, el hambre
también.
Muy buen artículo Manolo, habría que hacer una historia de las rozas en España, que muchos, incluidos profesores, se creen que las rozas son y eran práctica de la geografía tropical.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias Juan, espero que te valga. Es parte de un libro que retocaré posteriormente para darle coherencia con otros escritos.
EliminarUn abrazo
ResponderEliminarManolo,me ha encantado. Mi padre me hablaba de que iba a la roza a la zona del coto.
ResponderEliminarTu padre, del que me acuerdo perfectamente, conoció, como el mío, las últimas rozas autorizadas por Franco por el hambre de la Posguerra entre 1943 y 1955 en los cotos de Almonte. El mío decía que la última que hizo fue en la Rocina, cerca del Palacio. Saludos amiga.
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