domingo, 3 de abril de 2016

El canal de Tinto.

El embarcadero del Tinto, puerto se le llamó después, era nuestra puerta de salida y entrada de productos y de todo el condado oriental. Tenemos constancia, en contratos, que vecinos de Niebla, Beas, Bonares, Rociana, Villarrasa y Almonte lo utilizaban para el tráfico de carbón y productos agrarios, además de los consabidos capitanes de los faluchos de Cádiz, Huelva, Palos, San Juan del Puerto y Moguer.


El nuestro era, y es, un río muerto, sin vida, por la alta concentración de metales y sólo navegable, en su tramo final, por la influencia de las mareas atlánticas, que aún hoy alcanzan regularmente hasta las Tablas y el Puerto. Y con las mareas debían entrar cierto tipo de peces, a juzgar por los contratos de arriendo de su "pesquera y rosadero" que se han conservado hasta nosotros.
En efecto, en 1597 un vecino de Niebla, Francisco R. de Avendaño arrienda a Bartolomé Rodríguez, pescador de Moguer. los criaderos "desde Candon ques dicho río Tinto, hasta los criaderos del dicho río Tinto ques en término de la dicha villa de Niebla, limitaçión deste lugar de Luçena". El valor del arrendamiento, que es por tres años, alcanza los setenta y siete ducados anuales (847 reales), lo que representa a nivel local una cantidad respetable por la que se podía adquirir por ejemplo una buena casa, cuatro bueyes domados o cuatro millares de viña y arboleda. Y había algunas clausulas adicionales: 

"es condiçión en cada uno de los dichos tres años y del dicho Francisco Rodríguez, pueda venir con su gente y amigos que quisiere a me folgar al dicho rosadero y pesquería, a un rosadero en cada uno de los dichos tres años, y aquel día me a de dar el dio Bartolomé Rodríguez dos medidas de pescado del mejor que se tomare en la dicha pesquería, esto sin interés ninguno......"

Otro contrato de 1609 es muy parecido, pero es aún si cabe más particular. De nuevo un vecino de Niebla, Alonso Ruiz Muriel, arrienda la mitad de la parte que "a mi me perteneçe y obiere de aver de la pesquería e pescado que e de aver del canal e rosadero que yo tengo en el río Tinto, limitazión deste lugar de Lucena" por un año y por treinta y cinco ducados, es decir, el precio se incrementa puesto que cede solo la mitad de su parte, un veinticinco por ciento, suponiendo solo sean dos de ellas. El adquiriente de este pescado es el capitán Juan Barba, uno de los emprendedores locales en la primera mitad del sigo XVII, labrador, tratante de géneros diversos, socio de Pedro Pinzón, a quién asiste en su muerte según consta en el testamento, y viajero a Indias, donde permaneció un periodo indeterminado de tiempo, pero regresó.
Desconocemos el calidad de qué y por qué eran los vecinos de Niebla propietarios de los derechos sobre el Canal, que no se aclara ni en los contratos, ni en las ordenanzas, Cabe, eso sí, que el duque de Medina Sidonia fuera el propietario de estos derechos y los arrendase, como hacía en la villa de Almonte en las pesquerías del Río del Oro donde el término vecino se confunde con el nuestro. En cualquier caso, la actividad no tenía nada de relevante, quedando muy lejos de los 70.000 maravedíes de renta (más de 2000 reales) que le proporcionaban al duque la renta del pescado de San Juan del Puerto o los 400.000 que le proporcionaba la villa de Huelva a principios del siglo XVI. 
Por las características del hábitat es obvio que este era pescado de los denominados de estero, bailas, doradas, lenguados, róbalos, entre los más habituales, pero es posible que también anguilas, lisas, alburejos, coquinas, navajas o cangrejos, entre otros, de cuyo consumo no sabemos prácticamente nada. Tenemos constancia de partidas de pescado fresco, la sardina ahumada o bacalao se transportaba a los lugares del interior por recueros, a Niebla, Beas, Trigueros, y Rociana entre otros, además de Sevilla, participando en este comercio algunos vecinos de Lucena que adquieren cantidades menudas de Bacalao para revender. Los abastecedores locales de esta especie a mediados del siglo XVII son, como no,  comerciantes de carbón, Marcos Domínguez, y Domingo Martín Villafría, de origen gallego, que parece ser el introductor de este género.

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